El COVID19 es una pandemia que no discrimina, no tiene límites, ha probado afectar por igual razas, clases sociales, nacionalidades. Eso explica en gran medida el pánico generalizado que genera y algunos comentarios que nos deben llamar a la reflexión.

En situaciones como esta no podemos perder la humanidad, la empatía, la consideración a los demás, la caridad. A mí me asustan los comentarios de odio y de discriminación hacia los enfermos. Empezó así contra los chinos y ahora parece ser una actitud contra todo aquel que pueda haberse enfermado o expuesto, a la gente en cuarentena o que quedó varada fuera del país les dicen y escriben groserías como si esas patanerías los hicieran inmunes a la pandemia.

No nos deshumanicemos por favor. Hay vidas en juego, hay sufrimiento en juego, hay gente que está perdiendo su empleo, gente que está pasando profundas dificultades económicas al haberse quedado varado en el exterior.

Quedarse encerrado 30 días en cuarentena es duro, difícil para todos, pero lo es mucho más para la gente que está en centros de contención y es perfectamente normal que se queje de las condiciones y extrañe las comodidades de su hogar, el afecto de su familia. Si usted no entiende eso, reflexione, le pudo haber pasado a usted o a un ser querido, le puede pasar en el futuro cercano, Dios no lo quiera pero es una probabilidad.

Esta tragedia que estamos viviendo solo la podemos vencer juntos, con responsabilidad, con solidaridad, con consideración hacia los demás. Si usted se contagia, puede contagiar a su familia, a sus seres queridos, a sus vecinos, a todas las personas con que interactúa. Le puede pasar a cualquiera. Le ha pasado a jefes de estado, empresarios, cantantes, actores, modelos.

¿Cómo podemos llamarnos buenos ciudadanos o atrevernos a creernos buenos cristianos si no tenemos sentimientos mínimos de consideración humana a los que sufren por esta pandemia? No nos deshumanicemos por Dios.