Nuestra tradición cristiana celebra la Navidad, una fiesta religiosa que recuerda el nacimiento de Jesús, que en palabras del Papa Francisco, “revela el inmenso amor de Dios por la humanidad”.

Para muchos la Navidad es árboles llenos de luces y bolas de colores, el acelerado consumismo, los cohetes y las fiestas que planeamos en estos días. Pero el significado es mucho más profundo y debe ser un lindo motivo para el encuentro familiar y el amor al prójimo expresado en la generosidad.

La Navidad trae consigo un mensaje de esperanza, de renovación. Ese mensaje tradicional de “Gloria a Dios en el Cielo y en la Tierra paz a los hombres de buena voluntad”, que encierra el profundo anhelo de una sociedad en armonía y prosperidad.

El papa apuntó que “con el nacimiento de Jesús ha nacido una promesa nueva, ha nacido un mundo nuevo, y también un mundo que siempre puede ser renovado. Dios está siempre presente para suscitar hombres nuevos, para purificar el mundo del pecado que lo envejece, del pecado que lo corrompe. Por cuanto la historia humana y la de cada uno de nosotros pueda estar marcada por las dificultades y debilidades, la fe en la Encarnación nos dice que Dios es solidario con el hombre y su historia”.

En una nación que a diario sufre la violencia y vivimos en una constante confrontación, es momento para reflexionar sobre este mensaje, sobre la posibilidad de construir mejores hombres y mujeres, mejores familias, una mejor nación, retomando los valores perdidos.

Que La llegada de Jesús nos haga recuperar la esperanza, la alegría, y la unidad nacional que hace rato perdimos. Que nos ayude a construir una nación unida y dejar atrás las fracturas que algunos políticos se empeñan en abrir.