Desde su caída y posterior encarcelamiento, Otto Pérez Molina ha culpado a Estados Unidos y en particular a su embajador en Guatemala, Todd Robinson, de haber propiciado su caída. Lo cierto es que la embajada se oponía a su destitución, debido a que estaban próximas las elecciones generales.

Irónicamente, éste es un discurso que ha repetido la izquierda latinoamericana ante el enjuiciamiento de este militar de derecha que gobernó Guatemala entre el 14 de enero de 2012 y el 3 septiembre 2015.

“Cuando se iniciaron los juicios y había en las manifestaciones en la plaza de la Constitución y en medios para que Otto Pérez renunciara, la postura de Estados Unidos era no forzar su salida”, recuerda el periodista y sociólogo Gustavo Berganza.

Todavía tras las renuncia de la vicepresidenta Roxana Baldetti en mayo de 2015, el embajador Robinson escribió en su cuenta de Twitter: “Estados Unidos respalda al presidente (Pérez Molina) en la lucha en contra de la corrupción en Guatemala”. Sería hasta septiembre de 2015, tras la renuncia del mandatario, que la embajada estadounidense canceló la visa de la familia presidencial.

“Nosotros no aceptamos que Estados Unidos haya querido quitar a Otto Pérez Molina porque ellos lo detuvieron hasta el último momento, cuando toda la gente pedía su renuncia desde hacía muchos meses. Lo dejaron ir cuando ya era insostenible para la gobernabilidad”, relata Álvaro Montenegro, uno de los fundadores del movimiento #Renunciaya, que durante 20 semanas demandó la dimisión del mandatario

“Estados Unidos apoyó al presidente hasta el último momento. Ellos no querían que renunciara porque ponía en riesgo la campaña electoral, pero luego la presión social se hizo demasiado fuerte que se volvió insostenible que permaneciera en la presidencia”, agrega Montenegro.

Hugo Novales, analista político, investigador de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES), coincide que Estados Unidos “ colaboró con el gobierno de Guatemala aun en los meses previos a la destitución de Otto Pérez Molina”.

Novales explica que la relación entre EE.UU. y Guatemala tuvo momentos de tensión, derivados de la propuesta de Guatemala de buscar nuevas estrategias no prohibicionistas en el combate al tráfico de drogas.

“También se sabe de una creciente percepción de que funcionarios del gobierno de Pérez Molina podrían estar involucrados en actividades ilícitas, y de que las redes de impunidad creadas para el efecto constituían una amenaza para la seguridad regional, un tema crucial para Estados Unidos”, subraya Novales.