Los fieles veneraron la imagen en el Cerro de Las Pavas, Cojutepeque.

Un ambiente tibio se sentía en el ambiente, y mientras el sol comenzaba a caer sobre las hojas de aquellos árboles que protegen al santuario de la Virgen de Fátima, en el Cerro Las Pavas, del municipio de Cojutepeque, decenas de personas llegaban para venerar y entregar ofrendas a la virgen este 13 de mayo, en su 104 años de aparición.


Dos años habían pasado desde que aquellos peregrinos de diferentes partes del país llegaron buscando el consuelo y gratitud hacía la señora de Fátima, en el Cerro Las Pavas, pues como consecuencia de la pandemia por covid-19 la celebración no fue abierta al público en el 2020.


Llegar al cerro no resultó tarea difícil como en otros años, cuando según relatos del párroco del santuario Nuestra Señora de Fatima en Cojutepeque, Ernesto Bernabé Juárez Sánchez, el recinto se veía “saturado” de vehículos y personas en sus alrededores, a tal punto que la ciudad colapsaba por la cantidad de visitantes que se veían atraídos.


Sin embargo, este año a la entrada del recinto no solo las ventas esperaban a los visitantes, también un punto obligatorio de la toma de temperatura y distribución de alcohol gel a cargo de colaboradores de la parroquia San José, Cojutepeque, se había posicionado para dar la bienvenida bajo medidas de bioseguridad ante el covid-19.




“Hemos hecho la sugerencia de traer la mascarilla, estamos pidiendo de usar el alcohol gel, es un poco difícil porque el lugar es abierto, y se vuelve difícil manipular el ingreso y el egreso de las personas, pero estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance”, externó el sacerdote.


Así, más de 300 asientos esperaban ser llenados por la feligresía católica que cada año, entre peregrinos y pobladores, rebasan las más de 8,000 personas, pero que al menos hasta las 8:30 de la mañana, y según la administradora de el santuario, Iris Bolaños, no reflejaban ni el 45 % de lo que se tenía en otros periodos.



La devoción


Sin embargo, 30 minutos después ni una sola silla estaba disponible para quienes querían celebrar la misa solemne, incluso unos optaron por visitar el altar y retirarse, pero otros, como Carmen de Mejía, aguardaban pacientes desde las siete de la mañana, y tras un viaje de cuatro horas desde su natal Berlín, en Usulután, la misa que daría por finalizado el aniversario.


“Vengo desde Berlín, Usulután, salí desde las cuatro de la mañana, yo tengo quizás como cinco o seis años de estar viniendo, solo el año pasado no venimos por la pandemia, pero siempre venimos”, expresó Mejía.

El rosario comenzaba y al son de alabanzas y oraciones los alrededores del santuario dieron por perdidos sus espacios vacíos.


Las 10 de la mañana llegaron, y por coincidencia o planificación, 10 cohetes de vara resonaban en el cielo despejado de Las Pavas, dando paso a una misa que movió centenares de personas hasta el santuario de la Virgen de Fátima.



Mientras el párroco Juárez Sánchez explicaba la homilía, las personas continuaban avanzando en el “caminito de Fátima”, y una fila de personas por casi 15 metros aún esperaba su turno hasta llegar a la cripta.


Durante el momento de la santa cena, el rito sufrió una modificación, pues la hostia no se dio en la boca como en otros años, sino en la mano izquierda para evitar el contacto físico, los grupos de la iglesia prosiguieron a administrar más alcohol gel a las personas que recibirían el sacramento, sin embargo en la semana también se realizaron procesiones sin feligreses y se omitió la vigilia.


De esta manera, se celebró el día de la Virgen de Fátima de manera diferente a la de otros años, que aunque guardó la esencia del rito, trajo consigo el uso de medidas de bioseguridad, y las súplicas por diversos asistentes a deidades divinas por la pronta finalización de la pandemia por covid-19.