Antes del ciberactivismo o activismo en línea era más difícil convocar a las personas para una marcha estudiantil, manifestación o reunión. Actualmente, resulta más efectivo convocarlas. ¿Qué es el ciberactivismo? Según David de Ugarte en el libro El poder de las redes manifiesta: “El ciberactivismo no es una técnica, sino una estrategia. Lo hacemos cuando publicamos en una red (en un blog o en un foro) buscando que los que los leen avisen a otros (enlazando en sus propios blogs o recomendándoles la lectura por otros medios) o cuando enviamos un e-mail o un servicio de mensajes cortos SMS a otras personas con la esperanza de que lo reenvíen a su lista de contactos”.

El ser humano se manifiesta cuando sus derechos humanos son cuestionados y atentan a ser censurados o manipulados. A través de las redes sociales puede manifestarse el que tenga acceso. Eso sí, respetando las libertades de libre expresión. Los referéndums, en otros países, son más efectivos aplicando el activismo en línea.

Importante es lo que se lee en El poder de las redes: “El ciberactivismo… se basa en: 1. Discurso. Cuando se alcanza un cierto umbral de gente que no solo quiere sino cree poder cambiar las cosas, el cambio se hace insoslayable..., 2. Herramientas. La idea es: desarrollar herramientas y ponerlas a disposición pública. 3. Visibilidad. La visibilidad es algo por lo que hay que luchar permanentemente”. Un movimiento político tendrá más fuerza sí se aplican los tres enunciados.

El caso de “Watergate” fue uno de los símbolos claves para lograr tomar de referencia en el futuro que, si no hay alguien que logre desatar la caja de Pandora de corrupciones, no se podrá democratizar o sacar adelante a un país. Richard Nixon tuvo que dimitir a su cargo, debido a este sonado caso. Otro modelo emblemático fue el de Bill Clinton, se escapó de no ser removido de su cargo. Si en ese entonces, hubiese existido la Internet y las redes sociales, esos casos hubieran sido más comentados y discutidos en las redes sociales.

Acá, en El Salvador, la lucha hegemónica es más fuerte entre el reportero ciudadano, el ciberactivista y el propio periodista. En el país, algunas convocatorias realizadas por la oposición, no han tenido eco. Pocos han asistido. En otros países, quizá, hay más poder en las convocatorias. Discutir, participar en algo que no se está de acuerdo y organizar actividades es parte del trabajo.

Julian Assange, un ciberactivista que despertó “las espirales del silencio” en el mundo, también lo hizo en América Latina, actividad a la que se suman miles de personas para hacer una manifestación o protesta por los desmanes de los políticos u otro acontecimiento fuera del orden y que no esté en la órbita de la democracia.

Cada vez en El Salvador, se evidencia que hay más personas conectadas a Internet, nadie puede estar desinformado. Con la llegada de las redes sociales, la hegemonía del poder de los medios tradicionales (radio, TV y prensa) tuvo que cambiar. Los que manejan las redes sociales se fueron convirtiendo en actores principales para lograr tratar en diversos temas de la vida cotidiana.

El ciberactivismo ha servido para todo tipo de movimientos sociales, entre ellos: de indígenas, protestas estudiantiles, activismo ambiental, movimientos LGBTIQ, etcétera. El caso del ciberactivismo político es el que tiene más presencia, véase los casos de marchas en Estados Unidos por el racismo o los problemas políticos en Venezuela. A todo esto, se aclara que, se debe tener cuidado con los “hackers” (Anonymous), trolls, bulos, Fake news, etc., que están listos para colarse y causar daños.

En conclusión, contribuye a tener una mejor democracia. Eso sí, se debe de fomentar información fidedigna; ejemplo, cuando se destapan casos de corrupción. Los cibernautas son fuente para lograr cambiar muchas cosas en un país o región; ayudan a equilibrar la democracia, a apuntar en la llaga de los corruptos. La voz del pueblo se manifiesta también a través de las redes sociales y otros medios. Un hashtag es suficiente para hacer ruido y convocar multitudinariamente.