Desde muy pequeña recuerdo hablar de política en el salón de clases, con mis amigas, con los vecinos y con mi familia. Ejercí el periodismo, fui investigadora académica, trabajé en la cooperación internacional, conduje un programa de entrevistas, y, durante los últimos cinco años, aporté desde la gestión pública en el Instituto de Acceso a la Información Pública. Cada experiencia la viví siempre con un fuerte sesgo político. La política, como una herramienta de análisis, incidencia y transformación siempre ha permeado mi mente y mis acciones. He sido siempre una mujer política; y ahora soy una mujer en política partidaria.

Para ser sincera, a nadie le tomó por sorpresa mi decisión. Era, como dicen algunos de mi entorno cercano, una cuestión de tiempo. Pero no fue una decisión fácil; ¿quién creería que este es un momento ideal para entrar a la política? Estamos en un escenario francamente desalentador. En El Salvador, hacer política es asumir que serás objeto de agresiones, de ataques, de odio y de intolerancia a niveles alarmantes. ¡Pero si eres mujer y de oposición, la agresión es brutal!

No pretendo desarrollar un ensayo académico sobre las barreras que debemos de superar las mujeres para sobrevivir en un mundo pensado por y para los hombres. Más bien, compartiré algunas valoraciones a partir de la observación desde mi nueva trinchera. Las barreras dejaron de ser números fríos o datos estadísticos para mí. Desde el momento en que me sometí a un proceso interno de elección para candidata a diputada, comencé a recibir comentarios degradantes de todo tipo a través de las redes sociales, casi siempre desde perfiles anónimos. Pero nada de esto se compara con el ataque al que se enfrentan muchas mujeres que tratan de incidir desde diferentes expresiones políticas.

La descalificación y difamación a candidatas a diputadas como Berta María Deleón, Sulen Ayala y Cristina Cornejo, por ejemplo, son parte de una agenda que se basa en el ataque sistemático y que se expresa en burlas, agresiones verbales y amenazas a su integridad física. Todo esto en total impunidad, mientras ISDEMU guarda silencio. Una institución que parece perdida sobre su función principal como rectora en la garantía de la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres.

Ahora bien, ¿qué tienen estas y otras candidaturas que incomodan? Denuncian con firmeza el abuso en el poder del presidente Bukele y su gobierno. ¿Qué hay detrás? Miedo. Miedo a que puedan ganar. El presidente quiere una Asamblea Legislativa favorable, pero, sobre todo, absolutamente doblegada a su voluntad. Sabe que muchas candidatas que compiten desde la oposición serán igual o más críticas como diputadas. Serán una piedra en el zapato para sus planes de control absoluto. De hecho, es una estrategia consistente con la narrativa detrás de la “#Operación 2021”: eliminar cualquier oposición en la Asamblea Legislativa. Entonces, ante la posibilidad de que lleguen a ganar, se vuelca todo el aparato comunicacional de los “medios” financiados por el gobierno, con nuestros impuestos, como “La Britany” y compañía.

Es probable que haya quien argumente que no se trata de un ataque sólo por ser mujeres, sino por ser oposición. Sin embargo, desde que sigo el quehacer político en El Salvador, cuando era una joven periodista que cubría la Asamblea Legislativa, jamás había visto tanta misoginia, odio hacia las mujeres que compiten por una candidatura desde la oposición.

Las agresiones incrementarán en la medida avance la competencia electoral. Lo sabemos. Pero quienes defienden el poder de turno deben de saber, con absoluta seguridad, que muchas de nosotras entramos a la política porque no estamos dispuestas a ser cómplices del abuso de autoridad ni del irrespeto a las instituciones democráticas y al Estado de Derecho que muestra el actual gobierno.

Este cambio es necesario. Se necesitan más mujeres en la política, solo así se harán políticas públicas verdaderamente inclusivas. Solo al plantarse de frente a esos abusos podrán ser minimizados, porque vienen de un lugar de cobardía, un lugar que todas estas mujeres políticas no conocen, porque siempre han estado dispuestas a luchar y a superar todos los obstáculos que se les presentan con valentía.Nosotras somos la punta de lanza en esta nueva era (horrorosa) en la que toda la oposición está especialmente expuesta al maltrato y al bullying. Berta, Sulen, Cristina y otras valientes más son el ejemplo que inspira a participar más, a exigir más, y a demandar lo que nos corresponde.