Dagoberto Aguirre y Eloy Guevara eran estudiantes de Periodismo de la Universidad de El Salvador. Eran mis compañeros. Dagoberto murió en combate y Eloy mientras trabajaba como periodista para una agencia internacional de prensa. Ambos murieron en el marco de la ofensiva final “Hasta el Tope” que inició aquel 11 de noviembre de 1989.

Aquella ofensiva provocó cientos de muertos. Entre guerrilleros, militares y personas civiles ajenas al conflicto ideológico. A Dagoberto lo mataron en un centro escolar de Mejicanos donde se había parapetado, pues él era un idealista combatiente de la guerrilla. A Eloy lo mataron en un aparente fuego cruzado, cuando él se había parapetado con su cámara en una comunidad de Soyapango.

Ni Dagoberto ni Eloy llegaban a los 30 años. Ambos eran jóvenes que finalmente fueron víctimas. En el caso de Dago, como le decíamos sus amigos, murió creyendo en una ideología que años después le falló. En el caso de Eloy murió haciendo lo que a él le gustaba, periodismo.

No solo Dago y Eloy murieron en aquella ofensiva. Fueron cientos de salvadoreños los que fallecieron al participar directa o indirectamente en aquella ofensiva que nunca debió ocurrir, pues el país ya estaba enrumbado en un proceso de diálogo por la paz. Había otras formas de presionar al gobierno de derecha para sentarse a negociar con la izquierda. La comunidad internacional ya estaba generando presión.

La ofensiva irrespetó a familias enteras, generó una zozobra que a muchos aún nos afecta. Perdimos amigos y conocidos que murieron por ideales fracasados y desfasados. Muchos murieron sin entender el trasfondo de la perestroika y sin siquiera enterarse que apenas dos días antes de dar inicio la ofensiva, había caído el muro de Berlín. Con la caída del muro las ideologías enemistadas y la lucha de clases comenzaban a ser cosas del pasado.

Y luego vimos como algunos que azuzaron la guerra pero no participaron en ella porque se escondieron en México, Nicaragua, Europa y otras regiones, llegaron a ser diputados y a ostentar altos cargos. Se hicieron de bienes y luego hicieron de la palabra proletariado solo un estandarte de propaganda vacía. Nunca más fueron proletarios y con un silencio pasmoso (y sin aceptarlo) pasaron al mundo del capitalismo, convirtiéndose ellos en capitalista. Eso sí, los que combatieron tras bajar de la montaña o abandonar sus empobrecidas comunidades para enrolarse en cualquiera de los bandos siguieron siendo proletarios y ahora se han vuelto expertos en reclamar lo que según ellos les compete por derechos adquiridos trashaber combatido, ya sea del lado de la guerrilla o del ejército.

Hay quienes se rasgan las vestiduras y siguen abanderando como necesaria la ofensiva que nos arrebató a seis excelentes jesuitas y sus colaboradoras, que nos quitó a muchos niños que forzados a combatir perdieron la vida, que justificó muchos homicidios por odio y revanchismo. No, para mí la ofensiva nunca debió existir, aunque haya quienes digan que forzó o sentó las condiciones para obligar al diálogo que llevó a la paz. Guatemala y Colombia, en su momento llegaron a la paz sin necesidad de una ofensiva final.

A veces suelo preguntarme qué pensarían si estuvieran vivos los que murieron en el conflicto armado y específicamente en la ofensiva final, al ver que sus muertes no produjeron el efecto esperado. Siguió la corrupción, la crisis económica., la inseguridad y en la praxis sus dirigentes abandonaron una ideología y pasaron a ser parte de un capitalismo que tanto detestaron. En la actualidad sigue el odio disfrazado de “búsqueda de la verdad”. Ahora tenemos una inseguridad peor que la de antes porque el Estado dejó surgir y crecer a las pandillas. No, definitivamente la ofensiva no debió ser nunca.