Algunos extraen escombros de sus casas. / Diego García


“Se reventaron todos los vidrios, fue un desastre. El Señor tuvo misericordia de nosotros porque no nos pasó nada”, asegura Marina de los Ángeles, que vive y trabaja en una tapicería a solo cuatro casas de la distribuidora de gas que estalló el pasado viernes.

A las 8:20 de la mañana, escuchó un estruendo al estar en su habitación, donde el techo se quebró. “Pensé que era un terremoto, pero salí a ver y la gente del bus ya estaba luchando por salir y otros, muertos”, detalló.

Vehículos particulares, comerciales y de transporte público fueron embestidos por cilindros de gas y escombros que volaron por el estallido. Marina recuerda que prestaron una sierra, instrumento utilizado para cortar los muebles del negocio, para partir el hierro y liberar a algunas personas. “Aún tenemos el techo quebrado y estamos esperando el apoyo que prometió la alcaldía”, dijo.

Claudia de Castillo, del edificio Inpep, lamenta la destrucción del techo de su vivienda. “Recibimos los materiales pero estas cosas pudieron evitarse”, opinó.