El primer aspecto relevante de esa visita es la promesa de la administración Trump de trabajar conjuntamente con las autoridades salvadoreñas en el control territorial, encarcelamiento y reducción del accionar delincuencial a lo ancho y largo del país, considerando como lo decimos en el párrafo anterior, que las pandillas y los narcotraficantes, son los dos factores predominantes que influyen en la migración, además de influir en la reducción de empresas, lugares de trabajo, negocios, etcétera, que debido a las excesivas extorsiones y asesinatos, ha causado que muchos empresarios, trabajadores de diversos rubros, o humildes vendedores informales, se vean obligados a buscar un remanso de tranquilidad en el norte del Continente, pese a los graves riesgos que esa determinación conlleva y que, al mismo tiempo, reduce la mano de obra necesaria para emprender otros proyectos y mejorar la actividad económica en general.
Como lo sintetizó la actual embajadora estadounidense, señora Jean Manes, en una frase de profundo significado: “Estados Unidos quiere trabajar en pro del crecimiento económico e inversión”, porque ningún inversor se arriesgaría, en su sano juicio, a colocar su capital en una empresa, o un negocio, cuando sabe que somos un país inseguro, de elevados índices delincuenciales y que, durante una década, no se realizó nada efectivo para reducir esa tasa criminal, que hasta se vio favorecida con una falsa tregua que fue urdida en los altos niveles políticos, demostrándose después que hasta los mandatarios y otros funcionarios, se enriquecieron ilícitamente al aprovecharse de los dineros del tesoro público por cantidades escandalosas, en desmedro de obras de bien común para nuestra población, como la salud en general, la red vial y el desarrollo educativo, entre otros rubros.
Esa franca y cordial apertura de los Estados Unidos de América, viene también a constituir un reconocimiento al gobierno salvadoreño, por retomar el sendero correcto en sus relaciones internacionales con los regímenes dictatoriales de Daniel Ortega (Nicaragua), Nicolás Maduro (Venezuela) y el castrocomunismo de Cuba, así como la ruptura con el Foro de Sao Paulo, que es la plataforma creada por el político brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva, para incentivar una sórdida actitud de confrontación contra la nación estadounidense, promover partidos izquierdistas a lo largo de Latinoamérica y defender las tiranías corruptas y opresoras de Venezuela y Nicaragua. La actitud gallarda de nuestra canciller, Alexandra Hill, en relación a dicho Foro en una reunión de la OEA, mereció elogiosos comentarios a nivel continental.
Por supuesto, no todo depende de la ayuda estadounidense. También nosotros tenemos y debemos poner todo lo que esté a nuestro alcance y posibilidades, para que esa prometedora apertura, ese fraterno y amigable abanico, produzca los resultados que ambas partes firmantes del convenio han acordado lograr. Al respecto, debemos referirnos, aunque sea brevemente, a ciertas expresiones vertidas por el presidente Bukele, que son como connotaciones muy importantes de la actuación salvadoreña ante esa prometedora ayuda, como cuando dijo: “Nosotros no queremos dinero gratis o cheques en blanco. Queremos una alianza para lograr metas en común, con el mayor de nuestros aliados”. Un resumen exacto de nuestra buena voluntad.