A finales del año 1981, investigadores de UCLA (Universidad de California en los Ángeles) así como investigadores de Nueva York, publicaron en el boletín del CDC (Centro de Control de enfermedades de los Estados Unidos), la extraña aparición de una enfermedad mortal que aparecía en personas jóvenes, y homosexuales. Esta extraña enfermedad se caracterizaba por neumonía, candidiasis, y sarcoma de Kaposi. La ciencia tardó dos años en secuenciar el genoma de este nuevo virus, un virus que sin tratamiento tiene una mortalidad de 100% y que se transmite principalmente a través de las relaciones sexuales.

A este virus se le denominó el virus del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). La pandemia del SIDA nos acompaña desde hace más de 40 años, infectando a mas de 78 millones de personas, de las cuales más de 35 millones han muerto. Hoy tenemos tratamiento, pero aún continuamos sin vacuna. Al revisar la historia del SIDA, observamos como una de las estrategias originales para tratar de contener la pandemia se fundamentó en la restricción de las libertades individuales: la abstinencia sexual. Ahora sabemos, que la abstinencia sexual al contrario de contener la epidemia en esa ocasión, contribuyó a su expansión. ¿Y por qué estoy hablando de SIDA en estos momentos? Sencillamente, porque me recuerda como la comunidad de salud pública y lideres mundiales, en ese entonces se dejaron llevar por el miedo, la confusión y la angustia, promulgando cambios de conducta insostenibles a largo plazo. Y me pregunto si en estos momentos de miedo y angustia ante un nuevo virus, estamos reescribiendo la misma historia, con la misma receta e iguales resultados.

La comunidad científica se pasó varios años promulgando la abstinencia sexual, pero después de múltiples reportes y evidencias de lo inútil de esa estrategia, la estrategia y el mensaje cambio, sexo sí, pero con protección. La nueva dirección, marcó hacia un nuevo rumbo, más efectivo y sostenible, ese nuevo rumbo se enfocó en la “disminución del riesgo”. Y me pregunto ¿será que lo que estamos observando ante el covid-19, y que muchos llaman conducta irresponsable es simplemente la evidencia que una estrategia basada en el encierro total, así como lo fue la abstinencia, no será ni viable ni sostenible?

¿Cómo sería un enfoque de disminución del riesgo para el covid-19? Todavía la comunidad científica tiene mucho que aprender acerca de este nuevo virus. Sin embargo, todo parece indicar que existen comportamientos de alto y bajo riesgo.

Reuniones de grupos masivos de personas, en lugares cerrados, y por tiempo prolongado, tienen el riesgo de infección más alto que la interacción casual de personas en espacios al aire libre. Una estrategia sostenible anti-covid, por supuesto que restringiría fiestas y reuniones de grupos de personas. Pero también podría incluir rediseñar espacios interiores y exteriores para reducir el apiñamiento, incrementar la ventilación, y promover el distanciamiento social, y así, permitir que la población continúe con su vida, pero mitigando, sin eliminar, el riesgo a la infección.

Nosotros salubristas y epidemiólogos, junto con los líderes de gobierno, tenemos que reconocer el contexto que rodea a las decisiones de personas y el riesgo que esa decisión conlleva en la exposición al virus. Mi necesidad de salir y socializar es diferente a la de otra persona o mi posibilidad de trabajar en casa y preservar mi medio de vida o trabajo es diferente incluso a otros colegas míos, por ejemplo, médicos clínicos. Si los expertos en salud pública y los líderes de gobierno ignoran estas realidades cambiantes, y se mide a todos las personas con la misma vara, nuestra respuesta ante la epidemia será un fracaso.

Nosotros, sabemos que muchos salvadoreños continuarán hábitos y costumbres de alto riesgo, pero en lugar de tratar de avergonzarlos en redes sociales y otros, podríamos proveerlos con información e instrumentos que, implementados en esos precisos comportamientos, reduzcan el riesgo. ¿Quiere ver a sus nietos? Véalos en lugares abiertos, o al aire libre, no comparta comida o bebidas, cúbrase con una mascarilla quirúrgica todo el tiempo, mantenga sus manos limpias, y su distancia. Y si está enferma, quédese en casa. No podemos estar 40 años encerrados en casa, no podemos…tenemos que aprender a convivir con el virus. ¡Cambiemos la receta!