Fue el 1 de junio de 2018 que llegó a la presidencia de la Asamblea Legislativa el señor Norman Quijano, fue el designado por ser el más votado. Sus primeras acciones fueron limpiar la casa y despidió a cientos de trabajadores, esto con su consigna de austeridad y limpieza del órgano legislativo, quitó los autos de más asignados a los legisladores y los puso a subasta entre otras medidas, culpó a su antecesor de haber despilfarrado el dinero.

Al parecer iba a ser una gestión austera, sin embargo unos fueron despedidos y casi igual cantidad de contratos surgieron. Entonces lo de austeridad solo fue una buena publicidad política.

El caso que le correspondió como presidente responsabilizarse por la opción de buscar un nuevo inmueble para albergar a los diputados y empleados a una suma onerosa de $32 millones que según sus detractores costaba mucho menos que ese valor y a contrapuesta, se recibió por parte del señor presidente de la República utilizar la mitad de este monto para construir un hospital y ante la presión popular desistió de dicha compra y avaló el alquiler de locales para albergar a las fracciones, principalmente de Arena y FMLN por un monto de $30,000 mensuales, ¿de qué tipo de austeridad estamos hablando? Es otra farsa, aparte de los viajes que realizó.

En agosto pasado anunció que iba a pedir un aumento en el presupuesto de la Asamblea de casi $ 2 millones lo que prevé más gasto en lugar de ahorro.

Finalmente nuevamente por la presión popular desistió, y es que los ciudadanos no solo tenemos la opción del voto para expresarnos, sino gracias a Dios terminó su período, en medio de una acusación grave que hasta miembros de su partido lo señalan; nos libramos de esta pesadilla y estamos de acuerdo con la nota de reprobación como la que endosa el diputado Guadalupe Vásquez, ya que mintió el ahora expresidente cuando, según las declaraciones de Vásquez: “lo que hizo fue quitar a los empleados institucionales, luego los jueces les dieron la razón a los empleados, y lo que hizo el presidente es contratarlos y mandarlos a las fracciones cuando esos empleados eran institucionales”.

El día que se fue, los empleados legislativos dijeron en la despedida al ahora expresidente “Adiós vaquero, que te vaya bonito”.