La inserción efectiva y ventajosa en un escenario internacional exageradamente globalizado y multidependiente, con nuevas potencias, requiere un alto grado de visión estratégica, articulación interinstitucional y buen manejo de las relaciones internacionales, que constituyen una herramienta muy útil para alcanzar el progreso; sobre todo, para naciones en vías de desarrollo como la nuestra.

En estas condiciones es necesaria la apertura diplomática al mundo, en concordancia con la creciente tendencia pragmática de los países que se sobreponen a cerradas visiones ideológicas del pasado, superándolas por el interés nacional y regional especialmente en estas latitudes, en las que deben equilibrarse los compromisos internacionales con la atención latinoamericanista y regional, debido al avance y responsabilidades adquiridas con sendos procesos de integración centroamericana, región que constituye nuestro segundo mercado en importancia.

En la comunidad internacional occidental cada actor tiene bien definidos sus intereses. Tanto el sistema de cooperación y recursos proveniente de organismos internacionales, como los de mecanismos gubernamentales -sea cooperación no reembolsable o empréstitos-, son fondos marcados, claramente definidos en políticas, programas y planes de mediano y largo plazo, sujetos a condicionamientos en función de la visión e intereses del dueño del recurso. Queda a discreción de los países receptores distinguir y decidir que buscamos y aceptamos.

A partir del interés nacional, la propia identidad, soberanía y derecho a la autodeterminación, países como el nuestro tienen la obligación de atender los temas de política exterior con mayor empeño en la búsqueda de espacios favorables en un complejo mundo plural y multipolar. Éste debe ser un asunto del mayor interés nacional y que exige de manera constante acercar consensos en torno a un modelo de desarrollo que permita aprovechar esos vínculos para recibir y dar cooperación de acuerdo a nuestras capacidades y experiencia. Esta condición establece límites a cualquier administración gubernamental para que no sea el capricho, el desliz, la negligencia o la improvisación, las que determinen un tema tan delicado como las relaciones internacionales de una nación; por supuesto, sin desmedro del respectivo estilo que cada gobernante le imprima a su gestión.

El anuncio efectuado por el presidente electo de la ciudadana que asumirá la conducción de la Cancillería es muy importante; como lamentables y condenables los apresurados intentos de descalificación. A estas alturas de la construcción democrática del país son inaceptables los cuestionamientos a la orientación sexual o los vínculos de parentesco que no estén limitados por ley; tampoco es reprochable el abolengo familiar o cualquier legítima participación técnica en administraciones de gobiernos conservadores del pasado, estos argumentos no debieran descalificar el desempeño de los nuevos funcionarios. El ejercicio de la oposición debe ser al programa de gobierno ofertado, así como a las acciones y posturas en el desempeño del cargo.

No obstante, sí preocupan afirmaciones vertidas en medios de comunicación de esta próxima funcionaria, en los que aseguró: que las exportaciones de nuestro país a EE.UU. alcanzan el 80%, cuando en realidad, y de acuerdo a datos actuales del BCR, solo es del 41%, a Centroamérica se destina el otro 40 % y al resto del mundo el 19 %. Esta precisión es muy importante porque la afirmación del 80 % da un énfasis privilegiado que no corresponde con la realidad, esa “equivocación” sobredimensiona nuestros vínculos comerciales con esa potencia del norte, asignando un peso que no tiene en ese ámbito, tratando de justificar el distanciamiento con países de Centroamérica y otras importantes naciones y potencias. Este inaceptable desliz presenta un cuadro distorsionado para establecer las prioridades de nuestra política exterior, un craso error para una alta investidura.

Por otro lado, la interrogante “¿cómo vas a morder la mano que te da de comer?” es posible que busque justificar la ejecución de una política exterior sumisa, genuflexa y subordinada a los intereses de una potencia, pero en todo caso es una lamentable y despectiva expresión, un grave traspié político para quien conducirá la diplomacia. Nadie da de comer, ni regala nada a nuestros migrantes o población en general, las remesas no las proporciona la administración del presidente Trump, cada compatriota se gana el sustento con el desempeño de un trabajo digno y honesto. Hay que ser más respetuosos, reflexivos y estudiosos.