Hace poco leí un artículo de opinión acerca del zika y su relación con la educación sexual. La articulista cuestiona por qué se recomienda el uso del condón para evitar la transmisión de este virus, y asegura que solo la picadura del zancudo permite el contagio. Asimismo, cuestiona la relación del zika con malformaciones congénitas, de las que ya existen casos registrados en El Salvador y en América Latina. Ella sugiere que con esta medida de prevención y protección lo que se busca es desinformar, repartir condones a mujeres jóvenes y no educar en el afecto.

Para sustentar su opinión, cita a la OMS como fuente de información. Sin embargo, con intención o sin ella, omitió referirse a las otras formas de transmisión del virus como la perinatal (transmisión de la madre al recién nacido), transfusiones de sangre, donación de órganos y una muy importante: la vía sexual. Toda esta información está incluida en la misma página web a la que ella hace referencia: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/zika-virus

Esta omisión sobre la transmisión sexual del zika y sobre la manera de prevenirla con el uso del condón, si fue consciente, podría interpretarse como la intencionalidad de imponer algunos valores como “absolutos”, bajo una perspectiva religiosa; como también puede corresponder a una percepción del problema desde un entorno privilegiado. Y si fue inconsciente, refleja el poco interés de búsqueda de información.

Los innegables hallazgos de lesiones neonatales ocasionados por este virus, generan y seguirán generando preocupación desde la perspectiva de salud pública, como una enfermedad que pasó de ser un fenómeno epidémico a uno endémico. Y más cuando está surgiendo nueva evidencia científica sobre consecuencias a largo plazo para la niñez infectada que no presentó lesiones visibles al nacer, pero que en el futuro puede desarrollar anormalidades neurológicas, según cita del Centro de Control de Enfermedades.

Aparte del combate del mosquito, el conocimiento sobre la prevención del contagio por vía sexual es vital. Si bien la protección del condón no es del 100 %, sí reduce el riesgo de contagio.

Desafortunadamente, la información no llega a todas las personas, como reporta un estudio realizado en el 2017 por el Centro de Derecho de Mujeres a 553 mujeres de Centroamérica. La investigación revela que el 88 % de las entrevistadas no conocía que el virus se transmite por la vía sexual.

Una vez infectada la mujer embarazada no hay más que hacer, solamente esperar si el daño será grave o no en el recién nacido. Esto provoca un estado de ansiedad en las mujeres hasta el momento del parto, más en Latinoamérica donde el 56 % de los embarazos son no intencionados (contra un promedio mundial del 40 % ).

De acuerdo con el Guttmacher Institute, Latinoamérica es la región con el porcentaje más alto en el mundo de embarazos no deseados. Estos causan los niveles más altos de abortos menos seguros en el mundo, según la OMS. Este porcentaje es en gran medida el resultado de la falta de información científica que aporte recomendaciones precisas a la población en sus diferentes escenarios para prevenir embarazos no intencionados/no deseados.

La educación sexual es el pilar fundamental para la prevención de embarazos no deseados; y, en este caso, ayuda en la prevención del zika neonatal. Hace poco, un notable ciudadano opinaba acerca de los estudios de Mayer y McHugh sobre “sexualidad y género”, otorgándole el calificativo de “la investigación más amplia e interdisciplinaria que existe sobre el tema”. Este no es un estudio sino una opinión publicada en “The New Atlantis”, un journal de opinión y de reflexiones de corte conservador. No es una revista científica revisada por pares. Es por ello que la comunidad docente científica de la Universidad Jhons Hopkins no solo la rechazó, sino que también se desmarcó de la publicación, pues la misma universidad tiene un programa de estudio sobre sexualidad y género. (https://hub.jhu.edu/2016/09/29/gender-sexuality-report-response/.)

A mi criterio, nivel de estudio, experticia clínica, experiencia como investigador y docente, el enfoque de la educación integral de la sexualidad debería de abordar como mínimo: la abstinencia, la fidelidad y/o uso del condón; para que cada persona, adecuadamente informada de acuerdo con su contexto social, religioso, pero sobre todo respetando su autonomía y tomando en cuenta la evidencia científica, decida cuál de las opciones se adapta mejor a ella.