Algo que comenzó como un pasatiempo hace 17 años, nunca se imaginó que se convertiría en su empleo formal, su medio para subsistir, un vehículo que le ha permitido conocer muchos países y personas alrededor del mundo, un estilo de vida, su pasión, su vida misma…

Luis Avilés es un artista salvadoreño radicado en Berlín, Alemania, desde hace seis años, país en el que ha potenciado su trabajo como tatuador compitiendo con grandes expertos. Su empeño y dedicación haciendo lo que tanto le apasiona lo ha llevado a ganar varios premios en diferentes convenciones, como “Mejor del Show” y “Mejor del Día” en Erfurt, “Mejor Black and Grey” en Augsburg, “Mejor Color” en Bremen, “Mejor del Show“ en Köln y hasta “Mejor Tatuaje Pequeño” en Bremerhaven y en Köln, por la “calidad del detalle”, pues como él mismo afirma “cuando hago un tattoo pequeño, lo hago con la misma energía y entusiasmo como si fuera una espalda completa”.

Todo comenzó al aventurarse a elaborar una máquina hechiza, la cual estrenó en su propia piel con un tribal que marcó el “principio de todo” y que luce con orgullo en su pierna derecha. “Comencé por hobby, porque siempre me gustó dibujar. Hice una máquina hechiza, me hice mi primer tatuaje, que es un tribal, dije: ‘voy a probar en mi piel y si queda bien, sigo; si queda mal, busco a alguien que me lo tape y aquí paro’. Pero quedó bien, seguí, y 17 años después aquí estoy”, manifiestó en una de sus recientes visitas a El Salvador, muy esperadas por amigos y clientes que aguardan largo tiempo para que Avilés los tatúe.

Cuando descubrió que tenía mucha madera para crecer en el mundo de las tintas, Avilés pronto fundó su propio estudio junto a su amigo Rony Morán, quien ahora tatúa en España, pero hace nueve años, cuando viajó de vacaciones a Canadá, le salió una propuesta laboral que no desaprovechó, y ahí se quedó tres años que le permitieron “crecer mucho artísticamente”, hasta que decidió ir también de vacaciones a Alemania, donde de nuevo vieron su talento y le ofrecieron quedarse.

“Alemania es increíble para trabajar, la cultura del tatuaje es muy fuerte, no tienen tantos tabúes como los tenemos nosotros en Latinoamérica; es muy libre, y eso ayuda a explotarte porque lo hace más fácil. La gente pide cosas más grandes, te dan libertad a la hora de trabajar. Me dan dos o tres ideas para un brazo entero, hago la composición y me dicen démosle”, afirmó.

Este artista realiza convenciones en diferentes países, en las cuales se ha dado cuenta que “nunca se deja de aprender” y donde, además, ha sido premiado por su talento. “Es bueno saber que tengo la calidad para estar en Europa y que puedo competir contra artistas de ahí... Hago muchas convenciones de tatuajes, ya tengo como mi tour y tengo clientes en muchos países, así que viajo, tatúo y de paso hago vacaciones”, dice entre risas.

Pero así como va dejando su trazo salvadoreño por el mundo, como ley de retribución, él también se lleva impregnado en su piel los trazos de muchos artistas en los países que visitó. El cuerpo es un “canvas”, alega.