A diario, los actos violentos contra una población inerme y desamparada de nuestros hermanos nicaragüenses, se difunden por noticieros internacionales y redes sociales, sin que Daniel Ortega y Chayo Murillo, demuestren el mínimo esfuerzo por establecer un ambiente de arreglo pacífico y conciliador con el pueblo, basando su permanencia en el poder sobre la base de un ejército y una policía dóciles a sus mandatos, hasta el punto de ser irreverentes con las autoridades eclesiásticas del país y que, por su investidura y labor pastoral, son respetados hasta en la República Popular China.
La impopularidad generada y la violencia ejercida por el actual gobierno sandinista, tal vez se origine para disimular que es un traidor a la causa libertaria que enarbolara en “la década perdida” de los años 60/70 del siglo pasado, cuando luchaba palmo a palmo, contra la feroz dictadura de los Somoza, pero que ahora, en su voracidad de mando y saqueo de la cosa pública, ha sobrepasado a las oscuras épocas somocistas que combatiera, reeditando una tiranía mucho más cruel, más persecutoria, más conculcadora de los derechos humanos, civiles y políticos, cuya única víctima es la población nicaragüense, sin que ningún gobierno o entidad de Centroamérica, se pronuncie en defensa de esas ingentes masas de población que diariamente sufren vejámenes, encarcelamientos, torturas y exilio, sin ningún asidero legal o constitucional para que el gobierno perpetre impunemente sus arbitrariedades violentas e irrespetuosas, a excepción de la voz pastoral de Obispos y clérigos, que en nombre del Redentor eterno y llevando sus rosarios como emblema, demuestran con valor cristiano el enfrentarse a las turbas violentas de sandinistas ateos y fanáticos, azuzados mediante dádivas por el gobernante dueto Ortega/Murillo.
El llanto de la población desprotegida de Nicaragua, la tierra bella de los grandes lagos que ensalzara poéticamente el gran bardo Rubén Darío, o que motivara durante la gesta revolucionaria (hoy traicionada) al cantautor Carlos Mejía Godoy (actualmente en el exilio), no ha pasado inadvertida para el continente europeo y eso nos alegra mucho que allá, tras el Atlántico por donde llegaron los europeos a nuestra tierras amerindias, el sufrimiento del pueblo nicaragüense, a causa de la tiranía orteguista, ha despertado el interés y la preocupación de la influyente y poderosa Unión Europea que, sin ambages ni ocultamientos, ha sido clara, enfática y directa en exigirle a la dictadura de Nicaragua que respete los derechos humanos de la sociedad hermana y que propicie, cuanto antes, el retorno a un proceso democrático donde los ciudadanos tengan libertad de elegir a sus funcionarios, en elecciones limpias y sin coacciones. Las reglas han sido dadas. Corresponde al despótico dueto nepotista de Daniel y Rosario proceder a su fiel cumplimiento en un tiempo determinado, o verse expuesto a sanciones diversas, que afectarán la ayuda económica y asistencia técnica, por parte del influyente bloque europeo.
Nos inquieta el silencio inexplicable de los gobiernos centroamericanos en apoyar la justa causa del pueblo nicaragüense. Todos sabemos que el absolutismo del poder ya no tiene cabida en el presente.