Hemos derrotado al autoritarismo y al continuismo’, ha dicho Xiomara Castro, la próxima presidenta constitucional de Honduras, en su breve y fulminante discurso al declararse vencedora en las elecciones recientes.


Señalar con tanta claridad esto podría sugerir que es el anuncio de un cambio significativo en la gestión política de Honduras. Porque no solo se trata de un holgado gane electoral, sino también de una modificación drástica de los ejes que por décadas y décadas han regido la política hondureña, donde ‘liberales’ y ‘nacionales’ se han venido turnando las administraciones públicas sin abrir campo a otros. Por eso resulta lícito, en el arranque de este momento político, considerar que hay un atisbo de novedad. Novedad y desafío, por otro lado.


Y esto se aprecia en el tramo final de su cuidado pero calculado discurso, que es como su hoja de ruta. Xiomara Castro ha proclamado con vehemencia: ‘Nunca más se va a abusar del poder en este país (...) Fuera la guerra, fuera el odio, fuera los escuadrones de la muerte, fuera el narcotráfico y el crimen organizado, fuera la corrupción, fuera las ‘Zedes’ (Zonas Especiales de Desarrollo y Empleo Social), no más miseria y pobreza para Honduras’. Si esas no son meras palabras sino un programa de trabajo de gran calado, pues Honduras estaría abriendo brecha en Centroamérica, y si es que en el balotaje Gabriel Boric logra la victoria electoral en Chile, entonces comenzaría a configurarse un tímido nuevo tejido de gobiernos progresistas ‘no-alineados’ en América Latina. Argumentar, como algunos que hacen cuentas alegres al meter en el mismo saco al futuro gobierno hondureño con el de Nicaragua, sería un yerro peligroso, porque ese gobierno Ortega-Murillo es la quinta esencia del autoritarismo y el continuismo, ¡y es impresentable!


Con el nuevo gobierno peruano, que ya tan rápido está siendo acechado por ‘los mismos de siempre’ que lo amenazan con la destitución (aunque aún no les dan los números para eso), quizá podría este gobierno que tendrá al frente a Xiomara Castro buscar un acercamiento y también mecanismos de cooperación. También con el gobierno peronista del Frente para Todos, que pareciera bambolearse en la cuerda floja. Y tal vez con el nuevo gobierno boliviano encabezado por Luis Arce. Introducir novedad radical en el campo interno, sería para el futuro gobierno hondureño su garantía de estabilidad, pero eso dependerá de cómo resuelva los desafíos que el narcotráfico, la corrupción, el militarismo y otras taras comportan. Esta ruptura que el futuro gobierno hondureño dice que empujará, lo podría llevar cerca o lejos.


Cerca, si todo se queda en muecas, en malabarismos verbales y en gestos corteses pero inútiles para confrontar a los poderes fácticos. Lejos, si logra encarnar una perspectiva de transición estructural acompañada de una profunda reformulación institucional que tendría, si es que el asunto va a la nuez, que poner en la picota a las Fuerzas Armadas de Honduras, soporte esencial del autoritarismo y el continuismo. ¿Intentará Xiomara Castro algo similar a lo ocurrido en Costa Rica a propósito de 1948? ¿Se dejarán los militares o habrá que seguir cargando con ese pesado fardo que tiene las botas manchadas de sangre de miles de hondureños?


Si hay que tomar en serio las palabras de Xiomara, la próxima presidenta hondureña, estaría abanderando un Programa de Transformación desde un pequeño país periférico. Pero se debe mover con pies de plomo, en Centroamérica, en América Latina y en el mundo. ¡Los lobos con piel de oveja acechan en cada recodo del camino!


Ni Ortega ni el gobierno de Nuevas Ideas-Gana apostaron porque Xiomara Castro ganaría esas elecciones. Erraron, uno por su agotada y corta mirada de bestia herida y cansada y, el otro, porque no atina a ver más color que el cian.


Un entendimiento con el actual gobierno salvadoreño (que no sea formal y distante, y solo para lo obvio: golfo de Fonseca, fronteras, comercio regional, por ejemplo) sería fatal, porque al igual que el gobierno nicaragüense este de El Salvador camina, aunque a un paso distinto, hacia una zona política donde el autoritarismo y el continuismo se abrazan.


Mucha cintura requerirá este futuro gobierno hondureño. En lo interno y en lo externo. Y visión de largo plazo, que un bien pensado sistema de alianzas podría ayudar a catapultar. Si las grandes potencias mundiales quisieran ayudar a pacificar y a serenar Centroamérica tienen en esta nueva gestión política una buena oportunidad para apuntalar otras cosas que no sean adhesiones a sus campos magnéticos. Hay que ir más allá de los préstamos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, y pensar también en un Fondo Estratégico para el Desarrollo Centroamericano.