Ayer tuve un sueño, que se tornó en pesadilla. Me encontraba en mi lugar preferido, junto al mar. Era de noche, y el rumor de las olas acariciaban el ambiente con su dulce melodía de paz y eternidad. Recuerdo que admiraba aquel cielo de oriente, que, por ausencia de luna, se mostraba como un manto deslumbrante y brillante. En éxtasis me encontraba como cuando se escucha una melodía de Bach, cuando un retumbo explosivo, acompañándose de pequeñas y multitudinarios reflejos luminosos convertían aquel cielo en un campo de batalla. Miles de pequeñas bolas de fuego se nos venían encima, como puñales tratando de romper nuestra burbuja, nuestra atmósfera. Rugiendo con violencia, en sintonía con el fuego, las olas del mar se alzaban gigantescas acometiendo con todo lo que encontraban a su paso. Me desperté agitado, y agradeciendo la sepulcral oscuridad de mi habitación. Ha sido un sueño pensé, gracias a dios.

Fue una semana larga, que termina con tres palabras: suspensión, limitación, regulación. La ética en salud pública tiene que comenzar con el reconocimiento de los valores en el centro de la salud pública, y no con una modificación de valores para guiar otros tipos de interacciones en los cuidados de la salud (Baylis, Kenny & Sherwin 2008). Hasta hace poco, estos valores éticos de la salud pública, al centrarse en los cuidados de salud del individuo, no han respondido a la necesidad, cada vez mayor, de una guía en la aplicación de medidas sanitarias en el colectivo, en la comunidad. En el pasado estos valores se han enfocado en los principios de autonomía, beneficencia, no maleficencia, y justicia. En cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos dice el juramento de Hipócrates. Muy a pesar de la pureza de este juramento, y de los principios antes mencionados, la salud publica aún no tiene un fundamento teórico ni una justificación apropiadamente normativa para el ejercicio de esta.

¿Pero que es la salud pública?

Según Verweij & Dawson, la salud pública es un concepto impugnado que tiene múltiples sentidos y es muchas veces incomprendido. Algunos entienden por salud pública como cuidados de salud financiados por los ciudadanos de una región geográfica. Esta malinterpretación ocurre, en parte, porque la salud publica opera debajo del “radar”; la gente no está consciente de ella, hasta que una crisis aparece, y entonces intervenciones drásticas necesitan ser implementadas.

La verdad es que la salud pública en la ciencia y el arte de prevenir las enfermedades, prolongar la vida, y promover la salud a través del esfuerzo concertado de la sociedad (Acheson 1988). La salud pública es un esfuerzo colectivo guiado por nuestra responsabilidad social de proteger la vida de nuestros conciudadanos. Sus funciones principales se focalizan en la evaluación del estado de salud colectivo, la vigilancia y promoción de la salud, prevención de las enfermedades y protección de la salud. Las medicinas y procedimientos de los médicos salubristas no se enfocan en el individuo sino en el colectivo de la población. Menospreciada en tiempos de abundancia, su importancia se magnifica en tiempos de desastres sanitarios colectivos. En la aplicación de la salud pública, los derechos del individuo se subvierten al derecho colectivo de la sociedad.

Conocidos como “bienes comunes”, la salud nos pertenece a todos y no es una propiedad exclusiva de ninguna persona en particular. Como un bien común, la aplicación de la salud pública requiere una legislación y autoridad que muchas veces contraviene los derechos del individuo. La interpretación constitucional de nuestros juristas mayores sobre la suspensión, limitación y regulación de intervenciones, precluye las funciones esenciales de la salud pública en su empeño de proteger a las poblaciones imponiendo los derechos individuales sobre el colectivo. Su interpretación nos deja a los salubristas desnudos e indefensos para poder proteger efectivamente al colectivo ciudadano de El Salvador. Pero un momento, que ha sido un sueño, gracias a dios.