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El "vino de caca", la ginebra de hormigas rojas o el vodka con escorpión son algunos de los alcoholes que se pueden contemplar en una exposición del Museo de la Comida Asquerosa, en la ciudad sueca de Malmö, al sur del país.

"Es medicina tradicional coreana", dice el afable director del museo, Andreas Ahrens, que hizo él mismo la mezcla de excrementos humanos para confeccionar este alcohol.

"Se solía beber para curar fracturas y contusiones, es sobre todo un medicamento", dice.

"Ahora huele más a alcohol que a heces", dice, llevándose la botella a la nariz "pero cuando empiezas a fabricarlo, el olor es totalmente horrible".

Los visitantes, luchando contra las náuseas con una sonrisa, pueden descubrir distintos alcoholes, algunos experimentales, como una cerveza escocesa al 55% que se vende dentro una ardilla disecada.



También hay alcoholes con una producción más importante, como el Fernet Branca italiano, una cerveza a base de testículos de ballena islandesa o Waragi, una bebida de Uganda. Y otros como el pruno, un vino de frutas elaborado por prisioneros en Estados Unidos y escondido en los baños.

Los visitantes también pueden comparar los hábitos por países, como en el caso del Gammeldansk, un bíter danés que tradicionalmente se bebe en el desayuno, "considerado bastante normal aquí en Suecia, en Dinamarca y Noruega, pero repugnante en el resto del mundo", dice Ahrens.
"Lo mismo ocurre con todos los demás objetos de la exposición. Son cosas apreciadas por la gente del lugar donde se fabrican y que pueden parecer repugnantes si no eres de allí", Andreas Ahrens, director del Museo de la Comida Asquerosa

Una visita "muy, muy, muy asquerosa pero muy emocionante y divertida. [Puedes ver] cosas muy inesperadas", explica Marie-Louise Syrjäläinen, que vino con su familia.



Inaugurado hace casi dos años, el Museo de la Comida Asquerosa tiene cada vez más éxito, con exposiciones en otros lugares del mundo como Nantes (Francia), Berlín y Los Ángeles (Estados Unidos).

La actual crisis sanitaria obligó a cerrar sus puertas temporalmente por la falta de visitantes pero con la exposición de alcoholes, que durará tres meses, Ahrens espera estimular de nuevo las visitas.