Aquí tenemos profundos problemas ambientales pero pareciera que ya estamos tan acostumbrados que preferimos no hacer nada. Empecemos por un ejemplo sencillo: póngase a pensar usted cuántas bolsas plásticas innecesarias le dan a usted en un día normal y cuántas de esas bolsas terminan en la basura, contaminando el medio ambiente.
Yo las he contado. Puedo recibir hasta siete bolsas plásticas -cuando voy a comprar mi almuerzo o frutas en los alrededores de nuestras oficinas un día cualquiera. Estoy intentando cada vez usar menos, pero realmente cuesta quitarse la costumbre. Además, los depósitos desechables para traer la comida y también los cubiertos descartables.
Nuestras oficinas están cerca del Centro de Gobierno y en nuestra cuadra hay centenares de personas que vienen a comer en los pequeños comedores del vecindario. Así que multiplique esas siete bolsas por los centenares de comensales. Por cinco días a la semana, por 52 semanas: la cifra es espeluznante. Y solo con el plástico.
La mayor parte del plástico producido se ha liberado al medio ambiente y persiste de alguna forma en él pasado el tiempo. Y ya sabemos qué sucede: tortugas y peces enredados o alimentándose de plástico; ballenas muertas que llegan a tierra con casi kilos de plástico en el estómago; buzos que nadan a través de las corrientes de contaminación plástica. Incluso en esta etapa, los plásticos son una fuente de contaminación de carbono. Y nosotros contribuimos en pequeño y grande.
Porque cuando las partículas de plástico, como los microplásticos, se exponen a la luz solar, continúan emitiendo gases de efecto invernadero. Y nunca se detienen. En relación con otras partes del ciclo de vida, la contribución de los plásticos oceánicos a las emisiones de gases de efecto invernadero es pequeña, pero lo que es preocupante es que el plástico emite y nunca deja de hacerlo.