La miseria y la grandeza humana son más fáciles de percibirlas en tiempos de crisis. Unos sacan el alma para servir y otros sacan el hígado para servirse. La historia de las crisis a escala mundial ha permitido desnudar las intenciones ideológicas y los intereses más viles de quienes todo lo ven con un criterio político. Joselito Casillas, un profesor de la Universidad Complutense de Madrid nos decía a sus estudiantes de doctorado en Tácticas y Estrategias de Comunicación de la Universidad Autónoma de México (UNAM) que hasta que un político enfrenta una crisis que afecta a sus súbditos, electores o conciudadanos es cuando se puede medir su liderazgo, su visión de país, sus limitaciones, sus ambiciones personales, sus capacidades, su bondad (si es que existe en los políticos) y su maldad.

El mundo entero y por ende El Salvador, está sufriendo una crisis pandémica por el coronavirus COVID-19. En el país hemos llegado a cerca de dos mil enfermos por el virus y decenas de muertos. Seguramente las cifras aumentarán y todo indica que tendremos que vivir por muchos meses o años cuidándonos porque el COVID-19 llegó para quedarse entre nosotros. Es deber de la humanidad y la comunidad científica preparar mecanismos de defensa para controlar la enfermedad y que poco a poco vaya perdiendo letalidad.

Puntualmente en nuestro país el COVID-19 ha venido a desnudar que los políticos partidarios, todos sin excepción, tienen intereses y ambiciones sectoriales o particulares, cuya finalidad es seguir o buscar el poder político formal y obtener beneficios del poder real que da el dinero.

Es una lástima que quienes tienen poder de decisión en el país (Ejecutivo y Legislativo) hayan priorizado sus intereses particulares de cara a una latente campaña preelectoral. En plena emergencia por la pandemia mantienen un enfrentamiento de poderes, cuando el interés primordial debe ser la salud de la población y la visión de país a mediano plazo. No siempre estaremos en emergencia y cuando se vuelva a la normalidad tendremos que enfrentar la crisis económica. Para que esta crisis sea menos grave una vez pase la pandemia se tiene que consensuar, seguir el respeto de la justicia y legalidad, olvidar los intereses partidarios y buscar la unidad de todos los sectores, sin manipular a quienes han caído en el embrujo del fanatismo.

FMLN, ARENA, Nuevas Ideas, GANA, PCN, PDC y todos los partidos políticos existentes pretenden sacar raja política y no desaprovechan la crisis actual para proyectarse de cara a las elecciones de alcaldes y diputados en 2021. Aquí no estamos en campaña preelectoral, pues estamos en campaña electoral permanente. Los políticos no dan cena gratis. Tras la entrega de un paquete de víveres o insumos agrícolas va el tácito llamado al voto. En la mayoría de los municipios los alcaldes y sus sequitos entregan víveres o insumos acompañado del rostro del jefe edilicio o la bandera del partido gobernante. En muchas comunidades es posible ver a partidarios repartiendo y vistiendo colores partidarios.

Claro que el Tribunal Supremo Electoral tan ocupado en hacer poco, prefiere hacerse el miope y mirar desenfocado, excusándose en que no se pide el voto de manera directa. Vaya forma inocente o maliciosa de lavarse las manos.

Lo peor de todo es que del enfrentamiento estéril del Ejecutivo con la Asamblea (y viceversa) y los mismos partidos, quienes sufrimos las consecuencias somos la población trabajadora. Uno crea un decreto, lo propone y el otro le ve motivación política y lo rechaza. Son incapaces de consensuar y hacen prevalecer la soberbia, sin tomar en cuenta que el poder no es absoluto de ellos porque al final radica en la población que cada cierto tiempo tiene la oportunidad de girar el timón a través del voto.

El gobierno, especialmente el presidente Nayib Bukele, debe buscar consensos entre todos los sectores, respetar la legislación, aceptar la separación de poderes y tomar decisiones con visión de nación sin caer en populismo; mientras que los partidos y especialmente los diputados deben consensuar y apoyar al ejecutivo cuando sea correcto hacerlo, aceptar la separación constitucional de funciones, no bloquear las iniciativas gubernamentales cuando sean visionarias y obviar intereses partidarios. Los salvadoreños no queremos ni dictaduras ni políticos que se la pasan partidizando la política e irrespetando al pueblo en tiempos de pandemia. Esta crisis ha desnudado a muchos políticos y pedir el voto de manera directa y indirectamente es solo maldad. Mucha maldad.