Querido Niño Dios:

Este año no voy a pedirte nada para mí, porque aunque todavía tengo sueños por cumplir y sorpresas que quisiera recibir, en realidad tengo todo lo que necesito. Este año, mi lista de regalos es para cada niño, niña, mujer y hombre de mi amado El Salvador; sobre todo para los más necesitados. Tú que conoces la realidad de este pequeño y sufrido país, sabes que son muchas, pero muchas cosas las que quisiera y debería pedirte, pero me limitaré solo a algunas, con la esperanza de que puedas traer todos los regalos que te pido.

Como primer regalo, te pido, Niño Dios, que ninguno de los habitantes de este país pase hambre y que, sobre todo, cada hermosa niña y niño que vive y camina por este bendito suelo no solo tenga suficiente que comer, sino que pueda recibir los alimentos y nutrientes que necesita para que sus cerebros y sus cuerpos se desarrollen adecuadamente para crecer sanos, sin las desventajas que causa la desnutrición y poder alcanzar su máximo potencial.

Como segundo regalo, te pido, Niño Dios, que nos traigas el don de la paz y que cada uno de nosotros abra su corazón para recibir este don y para aplicarlo en cada momento de nuestras vidas y en cada una de nuestras relaciones. Necesitamos reaprender a convivir como hermanos y a amarnos los unos a los otros como tú nos amaste, para que con ese amor en nuestros corazones dejemos de matarnos, insultarnos y pelearnos, a veces hasta por cosas insignificantes. Necesitamos aprender a tratarnos con amabilidad y respeto y a construir en lugar de destruir. Te pido por favor que el regalo de la paz nos permita remendar la confianza y desarrollar sentimientos de fraternidad para que en lugar de dedicar tiempo a pelear mejor nos enfoquemos en reconstruir este país.

Como tercer regalo, te pido, Niño Dios, el regalo de la generosidad acompañado de la solidaridad, porque en este país hay muchas personas que tienen los recursos para ayudar a aliviar la insoportable pobreza que enfrenta una gran parte de la población, quienes ni trabajando honradamente de sol a sol, logran llevar pan a sus mesas, educar a sus hijos, ni sanar a sus enfermos. No te pido que le quites al rico para darle al pobre, te pido que nos regales a todos el don de la generosidad para que quienes podamos ayudar a los menos afortunados, contribuyamos en la forma como podamos, no solo esta Navidad sino que a lo largo del año que viene, y si fuera posible, a lo largo de muchos años más. Sálvanos de la indiferencia querido Niño Dios.

Sé que estoy pidiendo mucho, pero tú sabes que son regalos muy necesarios que, además, debí pedirte hace mucho tiempo y todavía quiero rogarte algo más. Quisiera dos semillitas para que las siembres en el corazón y en la mente de nuestros gobernantes, para que cambien el rumbo por el que están llevando al país. En primer lugar, la semilla del amor patrio, porque a veces las acciones de quienes están en el poder no parecen estar inspiradas en amor por El Salvador ni por pueblo a quien juraron proteger. En segundo lugar, la semilla de la iluminación, porque muchas de las decisiones que el Gobierno ha adoptado no han sido las más convenientes para generar armonía, desarrollo, crecimiento y bienestar. Lo bueno es que todavía están a tiempo de corregir.

No quiero despedirme sin agradecerte por tu amor y por la infinidad de bendiciones que he recibido a lo largo de mi vida, pero para esta Navidad por favor concédeme y concede al noble pueblo de El Salvador, los regalos de esta lista, porque hay muchas personas que no han tenido mi suerte y que tienen necesidades apremiantes. Creo con todo mi corazón que cada niño que nace en este hermoso país se merece tener pan, paz y amor, así como dormir tranquilo sabiendo que los gobernantes están trabajando para llevar al país por el rumbo correcto para generar bienestar para todas y todos.

Con amor, Lili