A inicios de esta semana, varios presidentes centroamericanos solicitaron a la comunidad internacional y organismos financieros internacionales que implementen una estrategia conjunta de movilización de recursos para reconstruir las economías de nuestros países, impactados por los daños ocasionados por los huracanes Iota y Eta, además del inmenso daño ocasionado por la pandemia del covid-19.

La región es una de las más vulnerables del mundo debido al cambio climático y a los hechos catastróficos que históricamente nos han afectado. Rodeados de dos océanos y en medio del anillo de fuego del Pacífico, Centroamérica sufre frecuentemente de ciclones tropicales, erupciones volcánicas y terremotos que provocan pérdidas humanas y destrucciones periódicas.

Pero uno de los grandes problemas es que estas catástrofes naturales, cada vez más recurrentes debido al cambio climático, obliga a la región a buscar financiamiento internacional repetidamente provocando una espiral de endeudamiento interminable, una trampa para la región, ya afectada por la pobreza y la corrupción.

La comunidad internacional debe entender que no es con más préstamos internacionales que deben responder, sino con planes sostenibles de reconstrucción, de prevención de daños e incluso de alivio de la deuda externa. A cambio, la región se debe comprometer a una gobernabilidad democrática, a planes realistas para sacar de la pobreza a millones de centroamericanos y manejar los fondos públicos y donativos con rectitud y transparencia. Solo de esa manera la comunidad internacional nos puede tomar en serio y ayudarnos de verdad.