No hay palabras para consolar a un padre o madre por la desaparición de un hijo o una hija, en manos de criminales que no tienen conciencia ni alma para provocar tanto dolor, pero como le dijo el Señor Jesucristo al Apóstol Pedro, cuando iba ser entregado por Judas al sanedrín “Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere.” (Mateo 25:52). De modo que estos delincuentes insensibles que siguen generando luto y tristeza en miles de familias en El Salvador, tendrán su recompensa, ya que nadie que siembra dolor, puede quedar impune,y Dios no puede ser burlado.


Indudablemente llena de coraje e impotencia, ver el sufrimiento de un padre de familia, que busca desesperadamente a ese ser querido que está desaparecido, como el reciente caso de Julio Alfredo Hernández Portillo, de 20 años, quien salió de su casa en Ilopango y ya no regresó. Un joven trabajador lleno de vida y de sueños, cuyo único pecado fue crecer en medio de una comunidad violenta. Entonces ¿Cómo se consuela ante la desaparición de un ser querido? ¿Qué palabras serán las apropiadas? ¿Cuál es el papel del Gobierno ante el flagelo de los desaparecidos? ¿Son diligentes en su labor de búsqueda las autoridades? ¿Está el Gobierno haciendo lo suficiente para, encontrar a los desaparecidos?


Creo que para un padre de familia que tiene el alma en un hilo, por la desaparición de su hijo, nunca serán suficiente los esfuerzos que se hagan, ante esa agonía. Lo mismo ocurre con las 2,900 familias que han perdido un ser querido desde el 01 de enero al 21 de noviembre del año 2019, según reportes de la Fiscalía General de República. Lo cual da como resultado nueve personas desaparecidas diarias, que al final, terminan en fosas clandestinas, ya que de enero de 2018 a octubre de 2019 se han localizado alrededor de 96 cementerios clandestinos a escala nacional, y en ellos, se han identificado 139 fosas clandestinas.


De manera que como país tenemos una plaga, que se debe de combatir con todo el rigor de la ley y luchar hasta el cansancio hasta encontrar a cada salvadoreño que está desaparecido, por lo tanto, los salvadoreños debemos de organizarnos para ayudar a las familias que han sufrido este flagelo. En consecuencia, animo a los ciudadanos de buen corazón a que creemos una red sólida que está alerta para disuadir, frustrar y detener a estos delincuentes que solo han llevado dolor a miles de hogares. Se podría iniciar organizando comités de vigilancia en cada comunidad, barrio, cantón y caserío, para hacerle frente a estos delincuentes que ni las autoridades han podido con ellos.


Sin embargo, hoy tenemos el gran reto de denunciar los desaparecidos en todos los medios disponibles, especialmente por las redes sociales, lo cual nos deberá conducir a la recolección de pistas y eventualmente a la localización del desaparecido, de modo que las primeras 48 horas son fundamentales en el rastreo de la víctima, recordemos que unidos seremos más fuertes, ahora es cuando debemos ser solidarios con aquellos padres que tienen días de no dormir, por andar en la búsqueda incansable de un hijo desaparecido, de manera que cualquier pista que se obtenga por medio de las redes sociales será de vital ayuda.


Muchos salvadoreños son escépticos y hasta desprevenidos con el tema de los desaparecidos, lo cual es así, mientras no sean ellos las víctimas de este flagelo. De modo que el asunto se ve como un problema individual y no colectivo, pero lo cierto es que a cualquier salvadoreño le puede suceder, sea rico o pobre, viva o no en una zona privilegiada, por ello, pienso que las desapariciones se pueden prevenir, no al 100 % pero las medidas que tomemos serán de vital importancia, por ejemplo: no hay que mandar a los hijos a las tiendas sin la compañía de un adulto, no hay que soltar sus manos en los centros comerciales, hay que vigilarlos en todo momento.