¿Cómo se ganan las elecciones? No tiene ya ningún misterio: dinero, inversión inteligente en recursos, alianzas, estructuras a nivel nacional, ideas (pocas, claras y precisas), identificación plena con las necesidades y aspiraciones de los votantes, propaganda constante y evitar un fraude. ¡Ah!, y el trabajo tenaz de un buen equipo.

Ni siquiera se necesita tener carisma, y claros ejemplos de ellos son los expresidentes Francisco Flores y Salvador Sánchez Cerén. Sabiendo de sobra todo esto, lo importante sería preguntarse, ¿cómo se pierden unas elecciones?

Dicen los expertos en motivación que de la derrota se aprende más. Ya ARENA le sintió gustito a perder, por ello no aprende, y el FMLN todavía ni se entera. No le ha caído el veinte.

No deja de ser todo un fenómeno Nayib Bukele, digno de ser estudiado por la Facultad de Ciencias Políticas de Harvard: sin fraude, sin grandes ilegalidades (solo mítines y su aparición en televisión pidiendo el voto por su partido y la presión a los órganos electorales), sin llenado o extravío de urnas por las FF. AA., o el crimen organizado, etc. En verdad todo un acontecimiento.

Pero bien, en medio de toda esta algarabía triunfalista, hay que recordarles que no han ganado el parlamento británico, ni el alemán. Han ganado las elecciones en un país desinformado, aislado, adormecido. Un país con hambre, pobre, sin recursos. El que menos crece económicamente en toda Latinoamérica. O sea, humildad ante todo, además, recuerden que muchos han venido ofreciendo hasta convertirnos en un tigre asiático estandarte de la libre empresa o, por el contrario, en el faro del socialismo, y seguimos estancados en el subdesarrollo. El reto es enorme.

Me surgen las siguientes observaciones en relación a los derrotados. Sorprende la caída estrepitosa y vergonzosa de la exguerrilla. La gente que creyó hasta el éxtasis en sus propuestas, quedó totalmente desilusionada de la farsa, y votó incluso hasta con desprecio en contra de ellos. Toda esa sangre, luto, destrucción no sirvió para nada, o para muy poco.

Con ARENA no me sorprende, el rechazo es evidente, la gente no tiene memoria tan corta como dicen, además, también ha sido una oposición patética.

Es tiempo, para ambos partidos, que se den cuenta que como tales han sido un desastre y los resultados lo confirman. Endilgarles la culpa a los votantes, etiquetarlos como ignorantes, solo hace verlos aún más patéticos.

Otros que no se me pueden escapar: los tuiteros contra Nayib tienen sus méritos en esta derrota: sus comentarios vulgares, llenos de odio, sin argumentos, con el ataque descarnado, sin argumentos, ayudó a convencer a muchos indecisos que la oposición, sobre todo ARENA, no ha escarmentado aún.

Me preocupa que los nuevos diputados crean que todo se lo deben a Nayib, que crean que van a llegar a obedecer sumisamente. ¡Se deben al pueblo! Que no se les olvide.

Ahora veremos qué tanta razón tuvo la Sala de lo Constitucional que sancionó gravemente a los tránsfugas, porque les cerró las puertas a quienes, cansados de una cúpula arbitraria, opten honestamente por independizarse.

Al final, no sé qué es lo que más le atrajo al votante de la administración Bukele para darle este espaldarazo nunca antes visto. No sé en verdad qué tanto mejoró la recaudación tributaria, si amplió la base de contribuyentes, si persiguió a los evasores o defraudadores; cuántas empresas internacionales han confiado y han sentado sus inversiones en territorio salvadoreño, cuántas fuentes de trabajo se han creado, si la innovación tecnológica y el apoyo a emprendedores en TI ha sido una pauta. No sé si mejoró la educación, la salud, si redujo la pobreza.

Lo que es innegable es que le han dado una hoja en blanco en la que puede diseñar el futuro luminoso del país más pequeño de la América continental y, al fin, encumbrarlo a esos destinos brillantes a los cuales nuestra gente tan trabajadora está destinada; o regalar dinero, seguir vendiendo imagen a granel, acabarse la economía, robar a lo descarado y eternizarse en el poder para que nadie le cuente las cuentas.