A pocas horas de que 2020 termine difícilmente existe en ser humano que no haya vivido las consecuencias negativas del Covid-19. El virus nos ha mermado en nuestra convivencia social, nos ha empobrecido, nos ha cambiado nuestro estilo de vida, nos ha quitado a personas valiosas, nos ha destrozado fuentes de trabajo, ha venido a demostrarnos que tan endebles somos, nos ha convertido en seres paranoicos y nos ha obligado a vivir con medida de bioseguridad permanentes. Sin embargo, hay algo que ni mil virus podrán quitarnos: La fe y las ganas de vivir.

Tenemos fe en que 2021 será el principio del final del Covid-19 y que acompañado de las ganas de vivir tenemos que poner todo de nuestra parte para que el virus cada vez nos haga menos estragos. Individualmente tenemos que protegernos usando mascarillas, lavándonos las manos con alcohol gel cada vez que sea necesario, evitando las aglomeraciones, quedándonos en casa y salir solo cuando sea necesario. Por mucho no contagiarnos depende de nosotros mismos, pero si involuntariamente nos contagiamos, confiemos en la medicina, en los médicos y enfermeros, pero sobre todo en Dios para echarle ganas y sobrevivir.

Este 2020 ha sido un mal año para los salvadoreños. Tormentas tropicales, deslaves, derrumbes, damnificados, víctimas mortales, desamparados, crisis financiera, desempleo y toda suerte de desgracias en medio de la pandemia por el coronavirus. Y si eso fuera poco, hemos tenido el ingrato proceder de los políticos incapaces de llegar a consensos y enfrascados en insensibles luchas ideológicas cargadas de odio, lo cual nos ha dejado a los salvadoreños siendo víctimas de la providencia del medio ambiente y el virus y de la lucha nefasta de gobernantes y opositores políticos.

Los políticos han sacado provecho partidario hasta del lodo. Se han fotografiado en medio de la desgracia encuadrando como paisaje el dolor de las víctimas aunque hayan tenido que, eventualmente, enlodarse para la ocasión. En propaganda todo es válido, hasta hacer el ridículo y usar el dolor ajeno como ventaja partidaria.Otros han hecho de su trinchera su posición circunstancial para atacar sin pruebas a todo lo que es oposición. Los descaros al borde del asco han florecido sin que pase una desgracia sin aprovechamiento partidario. Para algunos políticos faltaron desgracias para sacarles fruto electoral, para otros malos ciudadanos faltaron desgracias para llevar ventajas a sus arcas, para otros las desgracias fueron insuficientes porque tenían todo un arsenal estéril para atacar sin aportar. Para la población las desgracias fueron demasiadas porque les llenaron la existencia de dolor, luto, angustia y pobreza.

Por eso esperamos el 2021 con ansias, con fe, con la firme convicción de que debe ser un año mejor que el 2020. No por las acciones políticas y electorales que se avecinan, si no porque Dios no nos desamparará y con nuestro esfuerzo lucharemos por un año con mejores condiciones.

2020 nos ha venido a demostrar que nosotros mismos somos responsables de algunas de nuestras desgracias, por maltratar el medio ambiente, por ir contra la naturaleza, por vivir de manera individual sin pensar en el colectivismo (lanzamos la basura porque nos estorba sin imaginar que esos desechos son una bomba de tiempo mortal para los nuestros, construimos insensatamente donde sean, nos hemos convertido en enemigos del ecosistema y desestimamos el peligro de manera inmisericorde. La naturaleza no toma venganza, simplemente sigue su curso, pero nunca es tiempo para aprender y reflexionar. El mundo entero debe considerar una mejor relación con la madre naturaleza. En El Salvador no podemos evitar los fenómenos naturales, pero podemos disminuir sus efectos negativos. Prevenir es vital y respetar el ecosistema es fundamental.

En 2021 debemos apostarle a cuidarnos más. La irresponsabilidad nos hace daño a todos. El coronavirus no lo inventamos nosotros, ni siquiera la humanidad tiene claro su origen, pero nos toca convivir con él y entre más lejos mejor. Protegernos nosotros mismo es una forma de proteger a nuestros hijos, esposas (os), padres, hermanos, compañeros de trabajo, vecinos y amigos. Nuestros héroes de primera línea necesitan escuderos y nosotros podemos serlo si nos cuidamos a conciencia.

Nadie tiene la certeza del devenir. El 2021 es un misterio que se a prevé lleno de incógnitas sin respuestas. A los salvadoreños no nos queda más que tener fe y echarle ganas a la vida, así como exigir a los gobernantes y políticos de todos los colores, ideologías e intereses, que cesen sus pleitos absurdos. En 2021 queremos vivir con fe, sin coronavirus y sin pleitos políticos estériles.