Uno puede plantearse si estamos en un punto de inflexión de nuestra historia en términos de un quiebre del sistema político, del sistema de partidos, no lo sabemos pero podemos explorar o tratar de explicar las razones subyacentes que nos presenten los hechos. Vemos por una parte el agotamiento del modelo que se adoptó en la posguerra, producto de la degeneración política en que cayeron los partidos de la época, quienes al haber obtenido cuotas de poder a las que no estaban acostumbrados antes, y al ser poco democráticos internamente, rápidamente cayeron en verticalismos cupulares y en cooptación de instituciones para intereses particulares y hasta personales.

Cuando llega al gobierno el FMLN, muchísimos albergamos la idea de que se iba a dar un quiebre del sistema político y económico. Pero tal quiebre no se vio y a lo que se dedicaron fue administrar el mismo modelo político que había implementado Arena en términos de funcionamiento de las estructuras y grupos extractivos de la sociedad y de un reparto inequitativo de la riqueza, y lo único que hicieron fue implementar ciertos programas de carácter social para dar la idea de que se estaba gobernando para la gente, cuando las causas estructurales de la pobreza, el tipo de estructura tributaria, la injerencia indebida de los grupos oligárquicos de poder económico, etc., se mantuvo prácticamente intacta y esto hizo que lo que se suponía debía cambiar, en realidad no cambiará para nada. Nos preguntamos válidamente: ¿Si hemos llegado a un punto de inflexión en nuestra historia adonde haya un rompimiento real, un quiebre verdadero y auténtico entre un sistema político caduco, que ya no le da solución a las demandas de la población, y una nueva cosa? ¿Pero qué es esa cosa que para el caso pudiera pensarse en un modelo sustitutivo político que tendría tintes transideológicos, pero que de alguna manera lograra sortear los desafíos de las grandes desavenencias que el sistema político precedente ha enquistado en la psiquis de la población.

La gente ha llegado a un punto de desesperación que casi cualquier cosa es aceptable, con tal que ya no le sigan robando al pueblo, pues es que sin lugar a dudas ha habido una traición de parte de aquellos que nunca se han sentido particularmente motivados por defender los intereses de los menos favorecidos, siendo ésta la tónica de la ética de la política y esto es lo que a mi juicio va ser un punto de inflexión con respecto al pasado.

Así mismo, habrá una nueva expresión de esa realidad que debe respetar muchas cosas, empezando por los valores más elementales de una sociedad que se proyecta de una determinada manera comenzando por las libertades económicas y políticas que considera más elementales. Pero además de eso y lo más importante romper con el esquema de la corrupción simulada y maquillada ¡No puede haber más corrupción en este país!, llegamos al final del camino donde no hay vuelta atrás, debíamos llegar a latinoamérica y debía llegar ahí Centroamérica, debía llegar a El Salvador hoy. Y más bien nos preguntamos: ¿Cuál es el futuro de la clase política salvadoreña en un estado de cosas adonde parece que la población demanda de una nueva ética en el ejercicio del poder y una nueva manera de gobernar? Parece que la población ya no está dispuesta a tolerar más el ejercicio de la corrupción porque parece que finalmente han logrado vincular de alguna manera, que esa corrupción en la que lo tiene sumido en la pobreza y la marginación, es la causal de todos los males.

Por último decir que la reforma al sistema político deberá responder precisamente a esta nueva opción de organización política que necesita nuestro país, necesitado de un sistema político altamente democrático que responda a la nueva configuración del Poder y a la nueva forma de organizarse las decisiones en un país que dejó de ser la finca de los que se creyeron históricamente los dueños de este país ¿Es posible una nueva realidad para El Salvador? “Sí, sí es posible, es lograble, pues toda vez que se luche por ellos lo importante y lo más fundamental: Que de aquí en adelante el ejercicio de la política sea solamente ejercido sobre la base de la virtud, esto es sobre los más elementales principios y valores que desde la época clásica hemos heredado, esos valores socráticos de la verdadera política, de la alta política, de la política de verdad, honesta y sincera, esa política ejercida con ¡JUSTICIA Y RECTITUD!