Es un paquete microscópico de material genético rodeado de una capa de proteína y sólo mide una milésima parte de un cabello humano. Sin embargo, este letal virus, llamado SARS-CoV-2, ya se ha propagado a casi todos los países del mundo y ha contagiado a más de dos millones y medio de personas desde que fue identificado en China en diciembre de 2019. Virus como este, de la familia de los coronavirus, pueden causar enfermedades en animales. La crisis del coronavirus, que ha confinado a casi todo el mundo, golpea la economía y se lleva de paso al empleo. La región centroamericana sufre este golpe y se comienzan a conocer proyecciones sobre un fuerte impacto de la pandemia en los empleos, ya que se está destruyendo el tejido productivo de manera global.


De acuerdo con el INCAE, la pandemia puede tener una duración de hasta 500 días y se prevé que haya fuertes caídas en el desempeño de actividades cotidianas como el comercio, pero se desconocen sus efectos totales de la crisis en la economía. Casi todas las industrias se han visto afectadas por las medidas de confinamiento aplicadas por los gobiernos de la región. Turismo, hoteles, entretenimiento, transporte aéreo, manufacturas no esenciales y algunas actividades del comercio (como la moda) son algunos de los más impactados, debido a que su labor está congelada, ya que la población no puede salir de su casa por protección. De acuerdo con el Banco Interamericano del Desarrollo BID, para América Latina y el Caribe, la crisis sanitaria se presenta en un contexto de debilidad económica.


Está claro que en diferentes países han encerrado a la gente a costa de destruir la economía a cambio de ganar tiempo aplanando la curva. El nuevo coronavirus está suponiendo una dura prueba para los sistemas de salud de los países más afectados por la epidemia. Y el examen seguramente será todavía más duro para América Latina, que le destina muchísimos menos recursos a la salud pública.


Lo cierto es que el mundo está en pausa. La gente bajo encierro, las calles vacías, la economía frenada... Pero es una pausa vertiginosa, llena de preguntas, porque nadie sabe qué vendrá después, cuando el nuevo coronavirus sea vencido.


¿Serán China y su modelo autoritario los grandes ganadores y la democracia la gran derrotada como auguran algunos? O, por el contrario ¿los sistemas democráticos saldrán fortalecidos por su capacidad de generar unión y consensos? ¿Debe la democracia aprovechar esta crisis para realizar cambios profundos y tratar de cumplir las promesas que, en lugares como América Latina, ha dejado incumplidas? ¿Se ha traspasado un umbral en el uso de la tecnología y ahora aceptaremos que puedan monitorear desde dónde hemos estado y con quién, hasta la temperatura de nuestros cuerpos? ¿Volverán, por fin, los hechos y los expertos al centro del debate público y empezará la retirada de los populistas que promueven los “hechos alternativos” cuando no la mentira abierta y descarada, como el caso de Venezuela y Nicaragua y sus regímenes dictatoriales?


Bolsonaro parece ser un político que simplemente no escucha a nadie y no entiende la seriedad de la crisis. Y a menos que cambie, los brasileños tendrán una visión muy negativa de su desempeño. Una epidemia es algo muy serio. Si Bolsonaro no está a la altura del reto, va a meterse en problemas muy graves. Espero que esta crisis le enseñe a cada mandatario democrático lo que es verdadero liderazgo.


Otra lección es que vamos a tener que invertir en salud pública. Porque nadie debe suponer que Covid-19 va a ser el último virus que va a amenazar el planeta. El mundo está muy dividido, y se está llevando a cabo un experimento terrible en tiempo real: ¿Cuál sistema, el democrático o el autoritario responde mejor ante la epidemia? A la epidemia no le importa la política, el virus se esparce por donde quiere. “Todas las decisiones que se están tomando sobre salud pública son esencialmente políticas, no son totalmente científicas”.


Michael Ignatieff, actual rector de la Universidad Central Europea, dijo: “Muchos políticos están explotando la emergencia de salud pública para consolidar su poder. Soy optimista porque tengo mucha fe que saldremos adelante. Creo que la gran sabiduría de la democracia es que cada individuo tiene poder. Por eso cada uno tiene que ser respetado. Por eso los sistemas democráticos tienen que actuar y tratar de proteger a todo el mundo. Y creo que los sistemas democráticos van a responder a la crisis y lo están haciendo. Y espero surjan más fuertes que antes”.