Durante los próximos dos meses, los salvadoreños escucharemos todo tipo de ofertas y promesas de los centenares de candidatos a diputados inscritos para las elecciones del próximo 28 de febrero.

En el sistema electoral salvadoreño se tiene la opción de elegir por bandera o por rostro. Esta segunda opción permite al ciudadano escoger a las personas sobre las planillas que imponen los partidos. En teoría, es una selección de las mejores candidaturas, independientemente del partido político. En la última elección, por ejemplo, eso permitió dejar por fuera a algunos candidatos con serios cuestionamientos y que figuraban en las primeras posiciones de las planillas partidarias.

De manera que lo que es recomendable es ver la trayectoria de los candidatos, su preparación académica es fundamental, su coherencia de vida, un candidato que ha andado saltando de partidos nunca puede ser una persona de fiar porque puede cambiar su voto muy rápidamente por intereses ajenos a los de sus votantes.

Es importante también que explique cuáles serán sus funciones como diputado, que dé detalles de cómo afrontaría problemas tan graves como la deuda o la crisis fiscal, la problemática de seguridad, la corrupción, la transparencia, cómo mejorar los servicios públicos y proteger a la ciudadanía al respecto.

Repetir lemas partidarios o de campaña no es suficiente por muy bonitos que suenen. Los problemas de país no se resuelven con lemas. Es necesario que esos candidatos expliquen su visión de la Constitución, del balance de poderes, de la institucionalidad o la transparencia. Esos son los criterios básicos para elegir a un candidato.