A dos meses del nuevo gobierno y en medio de un panorama internacional conflictivo y confuso, es importante hacerse la pregunta del título de este artículo.

El problema empieza con el hecho que ni el Presidente ni el ministerio de Relaciones Exteriores han presentado una estrategia que establezca el derrotero para su política exterior. Por el contrario, lo que si hemos tenido son hechos diplomáticos a partir de los cuales es posible prever el derrotero que se pretende seguir.

Son dos los importantes hechos que en este campo el nuevo gobierno ha mostrado, por una parte el cambio de postura, respecto a la relación con los regímenes dictatoriales de Venezuela y Nicaragua. El Salvador se ha retirado de su participación en el grupo de cinco o seis países que apoyaban a Maduro y se ha cambiado al otro bando; sin embargo, nuestro ministerio no ha sido muy claro sobre hasta qué punto se trata de una ruptura de relaciones con Maduro, pues según tengo entendido, el embajador nuestro ha sido llamado al país, pero la embajada en Caracas continúa funcionando, y por otra parte, a la reunión ultima de la OEA, donde el gobierno salvadoreño más claramente quitó el apoyo a Maduro, no ha tenido mayor trascendencia ni ha sido explicada a la ciudadanía, todo parece indicar que el cambio no responde a una estrategia de política exterior, sino al cumplimiento con compromisos pactados con los EE.UU.

El segundo hecho al que tanto el Presidente como su ministra han proclamado como de especial importancia, es el acercamiento al gobierno de Trump y a su política, sobre todo en lo que se refiere al caso de la migración de nacionales al país del norte.

El presidente ha sido valiente al declarar que las raíces de la migración están en el atraso e inseguridad del país y que por lo tanto debemos asumir nuestra parte de la responsabilidad en este éxodo masivo; coincidimos con él, pero al mismo tiempo es de igual importancia señalar que esta responsabilidad, NO ES SOLO, de la sociedad salvadoreña, la compartimos con los Estados Unidos; nuestro atraso económico político y social, tiene que ver y en mucho, con el respaldo y cooperación que los diversos gobiernos de Estados Unidos le otorgaron a los 60 años de gobiernos militares y a los 20 años siguientes de introducir políticas neoliberales a través de su cooperación y de sus instrumentos internacionales; y esto sin contar con el hecho que las maras tienen su origen en los EE.UU. y fue la política migratoria de EE.UU. la que las anidó en nuestro país y aquí crecieron en tierra más fértil creando la inseguridad actual, ésta es parte de la responsabilidad del gobierno de EE.UU. frente a los miles de compatriotas que se arriesgan al camino de la muerte.

El ocultamiento de esta parte del problema y al contrario, proclamar recientemente con el Sr. Pompeo, Secretario de Estado norteamericano, la coincidencia y acuerdo en cuanto a la política migratoria, es desconocer realmente la realidad y sobre todo la responsabilidad del gobernante.

La principal obligación del gobernante es defender a la soberanía y a los habitantes de El Salvador, el hecho que decidan irse a otro país a vivir, no exime al gobierno de esta responsabilidad y callar, cuando miles de compatriotas se encuentran detenidos en condiciones infrahumanas y donde los niños son separados de sus padres a la fuerza, esto es incumplimiento del mandato Constitucional y una grave omisión del respeto debido a los Derechos Humanos. Basta con ver el horror de esta situación recientemente hecho público por el congresista McGovern en su visita a esos verdaderos campos de concentración.

Las expresiones del Presidente en su reciente visita a México de acuerdo con la política migratoria del actual gobierno, parecieran ignorar que al Presidente López Obrador le dobló la mano Trump y que la política que proclamó al principio de su gobierno hoy los hechos lo contradicen y, su nueva Guardia Nacional ha sido redirigida a poner su propio muro en la frontera con Guatemala, para repeler a los inmigrantes y que México deporta más inmigrantes que los EE.UU. De nada sirve el amoroso cachetazo que el presidente mexicano le dio, ni el ofrecimiento de los 30 millones de dólares cuando son a cambio de escandaloso silencio que el gobierno guarda frente a los abusos de los derechos humanos en México y cuando la policía mexicana, agarra a balazos a nuestros compatriotas y mata hay uno, (hace pocos días había sido a una mujer), y nuestra cancillería, sin dudar, repite la versión oficial de que se trata de hondureños y que los policías fueron atacados por los inmigrantes. Esto significa sumisión.

La coincidencia del Presidente Bukele con Trump respecto a migración, es en primer lugar inaceptable, pues se trata de una política de extrema derecha, con un sesgo racista y cuyo presidente ha insultado más de una vez al pueblo salvadoreño; en segundo lugar, es una política cortoplacista y oportunista, pues EE.UU. se aboca a una elección presidencial y dentro de un año podría presentarse un presidente con una diferente política migratoria; la adherencia de este gobierno al de Trump puede quedar en nada, o más bien, en un amargo sabor para el nuevo presidente, sobre todo, porque es muy claro que estos arranques antinmigración de Trump, responden a sus necesidades electorales.