Para la mayoría de nuestra gente, su principal ideología es seguir vivos. Esas discusiones político-académicas, muy pobres de contenido y ricas de acusaciones para justificar la incompetencia, le salen sobrando a nuestro pueblo. Es muy bonito evocar nuestro orgullo salvadoreño, al apreciar nuestro centro histórico capitalino restablecido, nuestras carreteras modernas que nunca dejan de construirse, nuestro grandioso aeropuerto, y muchas otras obras que hoy por hoy se construyen. Pero, aunque estoy de acuerdo que este tipo de infraestructura es necesaria, que hay acerca de la funcionalidad de los servicios públicos esenciales. ¿Están mejorando con este gobierno?

He pasado unos días de angustia, doctor, me dijo Román, carpintero de profesión y padre de una niña preciosa. He tenido que ingresar a mi madre al hospital. Se me puso malita la semana pasada. Como nuestros hospitales públicos están medio funcionando por la pandemia, la tuve que ingresar en una clínica privada, con la angustia de no saber si la iba a poder pagar. Y esto con la complicación que a mi hermano recién le diagnosticaron insuficiencia renal, y las hemodiálisis se las tienen que hacer en una clínica privada de la Unión, pues las públicas tienen acceso limitado al momento. El gasto médico, doctor, nos está haciendo más pobres de lo que éramos. Con su voz por momentos entrecortada, me lo contaba este trabajador y hombre de familia de nuestro país.

Fíjese doctor, me decía una joven mujer que reside en Chirilagua, que estoy embarazada y la doctora de la clínica me refirió al hospital San Juan de Dios porque mi embarazo es de alto riesgo. Así que tuve que ir hasta San Miguel. De balde me salió el gasto del bus, pues la cita médica me la dieron hasta el próximo año. Estoy afligida doctor, pues este es mi primer niño, y no lo quiero perder. No sé qué hacer.

En nuestro país, las primeras cuatro causas de muerte por enfermedad, que no incluyen al covid-19, causaban hasta el mes de septiembre tres veces más fallecimientos que el coronavirus (2,720 versus 843), según el portal de transparencia de nuestro gobierno. La epidemia de violencia que crónicamente sufrimos causó durante los primeros seis meses del año, tres veces más muertos que el coronavirus (585 homicidios vs. 182 muertos por coronavirus).

No se menosprecia la importancia que la presente emergencia sanitaria tiene en nuestro país, pero también es importante evitar que nuestro sistema sanitario descuide el resto de las epidemias que al momento adolecemos. Las enfermedades cardiovasculares, la enfermedad renal y la violencia son epidemias de salud pública que han estado azotando a la población de El Salvador desde hace años, sin que se tengan soluciones viables a corto plazo. Más preocupante aun, desde la óptica de salud pública, es percibir que nuestras autoridades del MINSAL, estén poniendo más atención a la construcción de hospitales que al mejoramiento de la infraestructura y capacidad de los servicios de atención primaria en salud. Excusas detrás de la corrupción de gobiernos pasados, de la falta de cooperación de funcionarios de la Asamblea Legislativa y emergencias sanitarias actuales, no son válidas.

El ciudadano común no puede ni debe acostumbrarse al horror de los disfuncionales servicios de salud pública en nuestro país. Y en ninguna circunstancia el ciudadano común debe aceptar la aberrante invención del gobierno de limitar su derecho a la información que afecta directamente su bienestar. Un político del gobierno me dijo recientemente, “te quedaste pegado en una época que aquí ya superamos”. Retórica de superación, que más suena a sueños, irrealizables por la incompetencia que nos rodea. Qué más quisiera que la esperanza que hace un año sostenía, de poder ver una patria sólida con visión de futuro, aun perdurara. Qué más quisiera, el poder ver que nuestro sistema de salud verdaderamente sirviera las necesidades básicas de salud de nuestro pueblo. Qué más quisiera, el poder ver funcionarios competentes que verdaderamente hicieran su trabajo independiente de la foto o la cámara de televisión. Indudablemente, los datos y testimonios hablan por sí solos, pero un momento… a lo mejor y me quedé pegado en otra dimensión. Una dimensión donde ideas nuevas no existen, y vamos de culo y cuesta bajo.