La semana pasada estuve de visita en el puerto La Unión, el más oriental de nuestro país, situado en el hermoso e histórico Golfo de Fonseca, que con su tranquilo oleaje cubre el llamado “Parque de la Familia”, construido en donde otrora funcionaba la Base Naval de dicho lugar y que, tarde a tarde, se mira concurrido por visitantes locales y extranjeros que tienen la posibilidad de subir a un alto mirador, de donde se pueden contemplar las islas y cordilleras pertenecientes a la república de Honduras, así como los linderos marítimos nicaragüenses.

La placidez de ese pedazo de mar y la belleza natural que lo circunda, fácilmente navegable, lo convierten en un sitio que debe motivar a las autoridades turísticas para fijar su atención en este singular paseo. Caminando más al sur, me encontré con las amplias instalaciones de la moderna Base Naval, donde su nuevo personal de tropa y oficiales jóvenes me fueron desconocidos, después del paso ingrato del tiempo, cuando con alguna frecuencia llegaba al puerto más olvidado de nuestro país. Refrescado mi rostro por la incesante brisa marina, llegué hasta donde se levantan las enormes construcciones que, en un principio, se dijo albergarían a un puerto de atraque y desembarque de barcos de gran calado, que contribuirían a realizar una de las mayores actividades de la marina mercante, misma que facilitaría el arribo de muchas y grandes naves, con mayor facilidad y menos riesgos, que en los otros dos puertos nacionales como son La Libertad y Acajutla.

Según me contaba un residente porteño, quien además fue oficial de la Fuerza Naval, si el gobierno se interesara realmente en continuar ese megaproyecto, traería incalculables beneficios económicos no solo para La Unión, sino para todo nuestro país, ya que por la ubicación geográfica del Golfo, dentro de un mar cerrado y de aguas tranquilas, se evitaría el riesgo que representan fuertes oleajes que tienen permanentemente otros puertos, eso traería mayor facilidad para el atraque de barcos de gran calado y el correspondiente desembarco de mercaderías y turistas, sin sufrir los peligros inesperados cuando nuestras costas se ven “visitadas” por altas mareas, provenientes del Pacífico Sur y que ponen en alerta a las autoridades de la Protección Civil.

Otra ventaja es que el puerto de Cutuco podría ser operado, sin muchos problemas, durante las 24 horas diarias, con barcos menores que transportarían sus cargamentos a sitios preparados de antemano para tal efecto, sin descuidar la puesta en acción de un ferrocarril moderno y un aeropuerto estratégico en sus inmediaciones. Realizadas esas obras por parte del sector estatal, apuntó el avezado marino, solo quedaría que los inversionistas privados de La Unión y otros lugares, se dedicaran a la construcción y funcionamiento de hoteles y balnearios, que convertirían a La Unión en un “Acapulco salvadoreño” y que sería un factor decisivo para el desarrollo de toda la zona oriental, de manera especial, y de toda nuestra nación, en general. Agregaba mi oportuno guía que debemos tener en consideración que cerca de las costas unionenses hay muchas playas de belleza incomparable, sin peligros de mareas altas y que, por la misma configuración natural del Golfo, están protegidas de huracanes y de lluvias torrenciales que causen ruinas inesperadas como en otros sitios, lo que viene a constituirse en otro rubro positivo para impulsar el turismo y acrecentar el comercio que se deriva de esta “industria sin chimeneas”.

Cuando terminó su explicación, me parecía, por momentos, que ya estaba contemplando las nuevas estructuras porteñas en plena actividad. Confundí, por instantes, el rumor vibrante de las olas pacíficas, de poca altitud y refrescante sabrosura, como si eran las voces de miles de marinos, turistas y ulular sonoro de máquinas anunciando el zarpe o el arribo de las naves que nos ponen en contacto con el mundo entero. Pero al final, la triste realidad se impuso: Cutuco sigue abandonado inexplicablemente, a pesar de la fuerte inversión ya realizada en administraciones pasadas. Es un tesoro marino que nos catapultaría a mejores estándares económicos, sociales y laborales si ponemos atención en sus mil ventajas y grandes proyecciones. ¿Llegará por fin ese momento feliz tan ansiado?