El martes de la semana pasada Josué Rodolfo Chávez Palacios, de 20 años de edad, salió de Olocuilta rumbo a la Universidad de El Salvador, donde estudiaba tercer año de arquitectura. Ese día no llegó a clases ni regresó a su hogar. Desde entonces sus padres, hermanos, compañeros, amigos y toda la comunidad católica de Olocuilta viven angustiados.

Josué era miembro de la comunidad católica de Olocuilta. Toda su familia es muy apreciada y apegada a la iglesia, por lo que desde el día de su desaparición sus hermanos en fe se han unido en vigilia para orar por su pronto retorno a casa. Cuando se tiene fe la esperanza es lo último que se pierde. El joven nunca había recibido amenazas de ningún tipo ni tenía relaciones con pandilleros. Era un estudiante modelo que anhelaba ser arquitecto para orgullo de su familia y de la sociedad. Su desaparición realmente ha impactado muchísimo. Conozco a sus padres y de la desesperación que viven, esperando lo peor sin perder la esperanza de que aparezca vivo. Sus padres lo han buscado por todas partes, han visitado hospitales, delegaciones policiales y cualquier lugar pertinente, sin que hasta ahora tengan un ápice de su paradero.

Marvin Osmín Portán, un psicólogo, amigo de la familia de Josué, sostiene que el peor dolor que pueden sentir una madre y un padre es tener un hijo desaparecido, porque es un dolor que se acrecienta y que perdura para siempre. El fin de semana hablé con el padre de Josué y en su voz quebrada pude percibir que es un hombre destruido por lo que está viviendo. Es un dolor demasiado injusto que ningún ser humano merece vivir.

Josué no es el único joven desaparecido. Hay miles. Desde el 8 de marzo hasta la fecha por lo menos cuatro jóvenes estudiantes y sanos, se encuentran desaparecidos. Luis Menjívar, de 25 años, desapareció en Santa Tecla después de salir en su auto y fue visto por última vez en una gasolinera de Zaragoza, acompañado de un amigo. Ana Nicole Herrera Godoy, de 18 años, quien estudiaba Medicina en una universidad privada desapareció el domingo 10 en Apopa cuando se dirigía a una farmacia. Otro desaparecido es Manuel Alexis Pasayes García, de 15 años, quien salió desde la colonia El Progreso de Mejicanos. En el caso de Manuel soy amigo de Tatiana y sé lo que ella está sufriendo, la desesperación ha llegado a su vida por este trágico hecho que se repite en miles de familias.

Nicole, Manuel, Luis y Josué tienen muchas cosas en común. Estudiantes sanos alejados de las pandillas, pero sobre todo jóvenes. En este país la condición de ser joven representa un gravísimo riesgo. Los jóvenes están en la mira de los delincuentes, especialmente de las pandillas desalmadas que actúan irracionalmente y cuyos miembros odian a la humanidad por el simple hecho de odiar sin fundamento.

A los jóvenes los bajan de los buses, les dan golpizas, los privan de libertad, les limitan el libre tránsito, los desaparecen y los matan. La indignación es general, pero parece que no es lo suficiente para alcanzar a las autoridades de seguridad. El Estado hace poco o nada para enfrentar con seriedad el problema de la inseguridad en general, especialmente la que viven nuestros jóvenes.

No se trata de recolectar cifras y tener a manos las estadísticas de desaparecidos, homicidios, extorsiones, robos y otros delitos. Se trata de tener una política de Estado que busque protegernos a todos, especialmente a nuestra niñez, adolescencia, juventud y mujeres. Se debe procurar más eficiencia y efectividad institucional en el combate de toda forma de delito. La prevención es fundamental, pero también la represión en el marco de la legalidad.

Mientras haya jóvenes despareciendo las esperanzas de un mejor país seguirán desvaneciéndose y nuestros jóvenes buscarán la forma de marcharse del país. En El Salvador ya no queremos logros paupérrimos en el sentido de disminuir el promedio de muertos al día. Queremos que ya no haya homicidios ni desaparecidos, ni extorsiones, ni privaciones de libertad, ni violaciones, ni amenazas, ni desplazamientos forzados, ni accionar de las pandillas. Si las autoridades percibieran de cerca el dolor de un padre o de una madre por la desaparición de un hijo, tal vez entonces se animarían a enfrentar este flagelo que nos duele a todos. Dios quiera que Nicole, Luis, Manuel y Josué regresen pronto a casa, sanos y salvos.