Las acciones del presidente ‘cool’, relacionadas con los despidos de familiares de altos dirigentes políticos del minimizado partido FMLN, revisten una importancia política y social relevante. La gente honesta las aplaude por lo que siempre se ha sostenido: los políticos tradicionales convirtieron al Estado salvadoreño en una piñata, en un botín, en la verdadera “fábrica de empleos” como lo dijo un presidente ladronazo, que infortunadamente ha mancillado la honorabilidad de los hermanos nicaragüenses.

Los despidos solo nos dan una vaga idea de la podredumbre con la que se ha manejado la administración del recurso humano, en todas las entidades y organismos bajo control operacional del Órgano Ejecutivo. De ahí la importancia que reviste para los bien entendidos intereses de país, contar con una Ley de la Función o Servicio Público, única forma de desterrar el nepotismo y de que la meritrocracia impregne la conducta de cada uno de los servidores públicos, ya sea los que ostentan cargos como funcionarios o como empleados que ejecutan órdenes.

Infortunadamente, hay un par de inconvenientes en estas acciones de despido que hace el presidente ‘cool’.

1º) Emplea medios inapropiados para hacerlas. Por Twitter no se puede despedir a nadie. Prueba de ello es que los familiares de su antecesor siguen cobrando puntualmente su salario en Cancillería a cambio de ir a calentar la silla. Obviamente eso podría cambiar para ellos y para otros, en el mes de diciembre, cuando finalicen sus contratos. Lo cierto, lo innegable, es que el Estado luce atiborrado de activistas partidarios de bajo, medio y alto nivel, por tanto, es imperativo una reforma integral a la función pública, que hoy por hoy es la verdadera “fábrica de empleos” que todos los partidos políticos, sin excepción, han construido a los largo de los últimos 30 años.

2º) No tiene facultad, ni poder, ni capacidad, para alcanzar a quienes laboran en las entidades públicas independientes del Órgano Ejecutivo, repletas de familiares de exfuncionarios de alto nivel pertenecientes a las dos desastrosas gestiones gubernamentales de los “revolucionarios de cafetín”.

De ahí que cuando el Ministro de Gobernación dijo la semana pasada en una entrevista televisiva que “los estamos buscando”, me imagino que se refería al ámbito en donde el presidente ‘cool’ actúa, no así al universo de organismos independientes en donde está asentada la parentela de los funcionarios que acompañaron a Funes y al excomandante Leonel en sus respectivas gestiones.

La cosa se complica porque si de remover funcionarios se trata, todos los partidos políticos saldrían afectados, de ahí la oposición de estos para entrarle de lleno a modernizar el servicio público, a borrar del mapa el nepotismo, a expulsar la retahíla de pensionados que “trabajan” en el gobierno y que vergonzosamente le roban la oportunidad de trabajo a la gente joven, doblemente capaces y muchísimo más necesitada.

Bien o mal se ha iniciado el desmantelamiento de la “fábrica de empleos”. Es necesario ahora avanzar en dirección a expulsar a miles de activistas partidarios ubicados en las oficinas gubernamentales que gozan de independencia respecto al Ejecutivo.

Todos sabemos que los Órganos Judicial y Legislativo, pero también otras entidades harto conocidas por ser tapaderas de la corrupción, están plagadas de gente inepta que históricamente ha sido corresponsable de que las instituciones no cumplan con sus mandatos constitucionales, legales y misionales.

Lo que hoy presenciamos no son despidos sino el desmantelamiento de la “fábrica de empleos” que ofreció el ladrón. El FMLN cosecha lo que sembró (en complicidad con GANA) despidiendo a mucha gente competente y honesta en otras instituciones que hasta el momento controlan, con el fin de abrir espacio a sus cuadros.

Como lo escribí el 6 de febrero de 2016: “Las vendettas políticas terminarán, cuando la actual clase dirigente sea relevada por una nueva generación de ciudadanos, convencidos de que la honestidad, capacidad, transparencia, idoneidad y el temor a Dios es lo que debe prevalecer”.