Inmediatamente se apagaron los aplausos y terminó la ceremonia, vino la pregunta ¿qué te pareció el discurso del nuevo Presidente? ¿Qué parte de todo te gustó más? ¿Qué fue lo más impactante? En mi mente había muchas cosas que pudiera comentar, pero una sola me golpeó el corazón y fue la palabra traída a El Salvador por el pastor Dante Gebel, no me refiero al hombre, al de fino traje y acento argentino, sino al Espíritu Santo que por su medio creo nos lanzó a todos una impactante advertencia.

Déjeme explicar un poco. Todo lo que el presidente Bukele en su discurso de 23 minutos, dijo a la nación es lo que sin duda todos los salvadoreños queremos y anhelamos desde ya hace demasiado tiempo.

Fue un discurso emotivo, evocador de la urgente necesidad de resultados, es lo que todos permanentemente reclamamos y queremos, sorprendentemente es eso lo que Deuteronomio 28 recoge y promete al pueblo que pone a Dios como su soberano y rey.

Que el evento cerrase trayéndonos a mente este capítulo de este libro de la Biblia a modo de bendición, es verdaderamente significativo, ya que ésta es una promesa que Dios le hizo al pueblo hebreo a su salida de Egipto dentro de la configuración de lo que algunos consideran llegaría a ser la segunda ley, luego de las tablas y mandatos dictados por Dios a Moisés; es un discurso a manera de complemento de los beneficios de cumplir todas las leyes y de obedecer a Dios.

Lo importante para mí de este capítulo 28 son dos cosas: La primera es que describe ampliamente y en detalle lo que cualquier pueblo (persona) puede recibir, es una lista motivadora de bendiciones que sin duda corresponden a lo que el presidente Bukele expresó quiere como líder para el país; es decir, que lo que el hombre, lo que el pueblo pide, es posible obtenerlo.

Como segunda cosa importante, el mismo capítulo previo al detalle de los “premios” nos explica que son posibles pero con condiciones que deben cumplirse: a) Oír la voz de Dios; b) guardar y poner por obra todos sus mandamientos. De ahí que el capítulo puede encontrarse titulado como “Bendiciones de la obediencia” porque no hay tal bendición sin obedecer a Dios. Esto de la condición es aparentemente sencillo pero conlleva un esfuerzo muy relevante de parte de todo el pueblo y hago énfasis en esto, porque la bendición y el mensaje de Gebel no fue dirigido específicamente al presidente, sino al pueblo, a El Salvador, a todos nosotros, hayamos votado o no por el presidente; el mensaje no fue para bendecir o respaldar una gestión o una persona, más bien fue para exhortar a todos a cumplir las condiciones para recibir las bendiciones, todos tenemos parte en el compromiso y en el beneficio.

Me pareció a mí escuchar de Dios mismo decir: “Señor presidente y pueblo salvadoreño, si quieren alcanzar todo lo que anhelan en su corazón les dejo en Deuteronomio 28 la fórmula” si la cumplen a cabalidad “les daré todas las bendiciones” pero para eso hay que escuchar a Dios, lo que implica una relación cercana, permanente y profunda con Él; además cumplir las leyes y obedecerle, en otros términos conocer la palabra, apreciarla y respetarla, lo cual no es posible sin una vinculación más allá de lo religioso con el Creador y sin un líder dispuesto al compromiso.

Quiero terminar evaluando como muy importante que Dios haya sido invitado a la ceremonia, siempre se ha hecho, pero por alguna razón creo que en esta ocasión fue más fuerte su presencia y eso me lleva a recordar que Jehová, Yahvé no comparte su gloria con nadie, por tanto debemos reflexionar sobre la idolatría y el lugar donde hasta hoy hemos puesto como pueblo el corazón. Para mí que católicos y evangélicos tuviéramos representación como pueblo de Dios en el evento, significa que le estamos poniendo a Él como soberano del soberano, al que todos al final nos vamos a sujetar para alcanzar esas promesas. Además creo en la ratificación de que dichas promesas son para este país una posibilidad, porque somos un país al que Dios ama, de esta forma interpreté el mensaje de Gebel, así que si vamos por esta ruta no fallaremos pero si no, Deuteronomio 29 nos explica también las consecuencias, vale la pena leerlo. El que tenga oídos para oír que oiga, Dios está tocando nuestra puerta y quiere bendecirnos.