Sin importar los proyectos humanos del momento, es siempre la naturaleza la que se impone, como un recordatorio de que el mundo es frágil y que es necesario priorizar aquello que puede hacer más fácil y pacífica la existencia. La pandemia por el COVID-19 a la que desde hace 24 horas se sumó la tormenta tropical Amanda, complican la vida y la política del país, luego de una semana de agrias discusiones entre los principales órganos del Estado.

Cuando ni siquiera se concluye el proceso de creación de la Ley que se supone va a regir el regreso paulatino a la normalidad, el país sufre otro serio revés, al ver sumada una nueva emergencia que en las primeras horas ya causó siete muertes.

Por todo esto es necesario renovar el llamado al diálogo y a la negociación entre todas las fuerzas vivas de la sociedad, pues la desgracia amenaza a miles de hogares en las zonas más vulnerables, en un contexto de precariedad e incertidumbre que se ha prolongado demasiado tiempo y en el que urge satisfacer necesidades inmediatas.

De no alcanzarse acuerdos y de no contarse con la seguridad jurídica que estos requieren, la obtención de recursos para paliar ambas crisis, junto con la capacidad nacional de reconstrucción pueden verse comprometidas, sumiendo a la sociedad salvadoreña en una cuarentena quizás interminable.

La naturaleza se impone, pero el ingenio humano es capaz de encontrar soluciones coyunturales para cada crisis, no sólo se trata de fortalecer la capacidad de la sociedad para responder a su actual vulnerabilidad, sino que también para prepararse ante los desastres del futuro.

Dialogar, construir y prevenir, estos son los tres retos inmediatos. Es momento de ponerse manos a la obra.