En las últimas semanas, los brutales asesinatos de dos mujeres trans han confirmado esa horrible tendencia a la discriminación, intolerancia y violencia contra ellas en nuestra sociedad. Los detalles horribles de ambos crímenes deben ser un llamado de atención a toda la sociedad sobre esta realidad.

A finales de octubre, Anahy Rivas, una mujer transgénero, apareció asesinada en los alrededores de una discoteca del bulevar Los Héroes, de San Salvador. A Anahy la subieron a una camioneta a la fuerza y mientras la asfixiaban, la arrastraban con sus piernas fuera del vehículo por más de cinco kilómetros, en un trayecto de tortura mortal. Espantoso.

Cuando ya parecía muerta, sus raptores la lanzaron al pavimento.

El fin de semana conocimos el caso de Jade Díaz, otra mujer transgénero cuyo cadáver apareció en el río Torola. Había desaparecido el miércoles tras salir de su casa en Lolotiquillo, Morazán.

Ningún crimen es tolerable pero mucho menos cuando se trata de asesinatos de odio e intolerancia como éstos. No se puede admitir que una persona sea asesinada por su preferencia sexual, independientemente de la visión que usted tenga sobre este tema. Esta es una sociedad que discrimina muy fácilmente y necesita una introspección profunda al respecto. Uno de los grandes problemas es que El Salvador tiene una historia de intolerancia y violencia hacia los homosexuales y mujeres trans que es inaceptable en cualquier país que quiera mostrarse civilizado.

El fiscal general de la República, Raúl Melara, aseguró el domingo que la muerte de Jade Camilia Díaz, una mujer transgénero, será investigada “a profundidad”. Esperemos que todos estos crímenes también.