Uno de los primeros de sus nada menos que 32 Oscar lo ganó Walt Disney con el cortometraje animado de menos de ocho minutos “Three Little Pigs”, sobre tres cerditos que se escondían de un lobo. Cuando un reportero le preguntó si habría una secuela, respondió: “¡No se puede superar a cerdos con cerdos!”

Aquellas palabras del visionario productor se convirtieron en una repetida consigna para que la compañía no se durmiera en sus laureles. Quizá muchos fans se pregunten qué pensaría el creador del ratón Mickey o el pato Donald sobre proyectos en la incubadora de su filial Pixar como “Cars 3” o “Toy Story 4” o la quinta entrega de la saga “Piratas del Caribe”, prevista para el año que viene, a propósito que mañana cumplen 50 años de su muerte, .

En este medio siglo sin su fundador, Disney se ha convertido en uno de los grupos de la industria del entretenimiento más poderosos del mundo, con blockbusters como la saga “Star Wars”, películas del universo de Marvel Comics como “The Avengers” o hits de la animación como “Frozen” o “Finding Dory”, de Pixar. Los fans pueden disfrutar de sus personajes en parques temáticos incluso en China, Japón o Hawai, con resorts que ofrecen incluso programas de salud y bienestar.

“No hago películas para hacer dinero. Hago dinero haciendo películas”, es una de las máximas atribuidas a Disney. Se calcula que sólo el año de su muerte, 1966, unos 240 millones de personas vieron una película de Disney, 100 millones vieron alguna emisión semanal de Disney en televisión, 80 millones leyeron algún libro de Disney y compraron algún artículo de merchandising, 50 millones escucharon música de Disney, 150 millones hojearon cómics de Disney y unos siete millones visitaron Disneyland en California.

Echando la mirada atrás a su último proyecto, Disney soñaba más con salas de cine abarrotadas y montañas rusas: Epcot, el “prototipo experimental de la comunidad del mañana”, era su gran reto para Florida. Así, al rey de la animación le fue negado el sueño de dar el salto como arquitecto urbano al final de su carrera.

Con su genial olfato para el entretenimiento, seguramente a Disney se le daba mejor diseñar ratones, patos y perros que hablan en un colorido mundo animado que la ciudad del siglo XXI.