Luego de conocerse la dimensión apocalíptica de la destrucción que dejó el paso del huracán Dorian en las islas de las Bahamas, la comunidad internacional ahora se concentra en rescatar a los sobrevivientes y en la dolorosa búsqueda de cadáveres de decenas de desaparecidos, que van surgiendo a medida se remueven toneladas de escombros.

A pesar del cielo azul que hace una semana no se veía, el puerto de Marsh Harbour, en la isla Gran Ábaco, presenta una cara de desolación por donde se lo mire.

La expectativa generalizada, como han dicho el primer ministro de Bahamas, Hubert Minnis, y otros integrantes del gobierno de este archipiélago, es que el conteo de muertos aumente. La cifra provisional es de 20 víctimas fatales.

Vastas zonas de Gran Ábaco están inundadas, lo que dificulta la llegada de ayuda. Cientos de embarcaciones están fuera de servicio, recostados sobre la tierra o volteados completamente, incluidos grandes barcos de pesca que fueron barridos por los vientos.

Mientras los muertos se van descubriendo organismos internacionales como Naciones Unidas anuncian el envío “pronto” de ocho toneladas de víveres, porque advierten es urgente atender unas 76.000 personas que podrían necesitar ayuda, 60.000 de las cuales en forma de comida, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

“Las proyecciones realizadas justo antes del impacto del ciclón indican que más de 76.000 personas en Abaco y Gran Bahama podrían necesitar comida o ayuda humanitaria”, informó un portavoz de la agencia especializada de la ONU, Herve Verhoosel.

El PMA cree que unas 14.500 personas precisan ayuda alimentaria en la isla de Abaco y otras 45.700 en la de Gran Bahama.

 

Dorian un fantasma

Mientras tanto el huracán Dorian golpeaba ayer el sureste de Estados Unidos con fuertes vientos y una lluvia torrencial de dejó inundaciones en Carolina del Sur y daños en algunos negocios.

Los residentes de Carolina del Norte y Carolina del Sur resistían al azote del huracán de categoría 2. La monstruosa tormenta también desató varios tornados en el sureste estadounidense, pero no se reportaron víctimas.

En la histórica ciudad de Charleston, Carolina del Sur, los fuertes vientos derribaron árboles, semáforos y postes de luz. Las calles estaban desiertas y la mayoría de los negocios tenían las ventanas tapiadas.

Florida salió en gran medida ileso del paso de Dorian que siguió un trayectoria imprecisa y que lo amenazaba al principio.