La campaña electoral para las elecciones de diputados del 28 de febrero de 2021 arrancó legal y oficialmente. Son casi dos meses en los que escucharemos toda clase de promesas, ofrecimientos y, sobre todo, una carga enorme de descalificaciones políticas y personales.

¿Escucharemos propuestas sensatas y responsables? Por lo que se ha visto hasta ahora, parece más bien que será otra campaña plagada de falacias e insultos, de descalificaciones personales especialmente en las redes sociales. Y lo que es peor, ya se escuchan a docenas de candidatos que no parecen estar preparados en lo más mínimo para ejercer una labor legislativa que ni siquiera conocen.

Esperar una campaña de altura en una situación política tan polarizada tampoco es una esperanza para los votantes salvadoreños. Los ataques y golpes bajos seguramente abundarán. Ya se han visto hasta agresiones verbales a candidatas mujeres de una manera tan baja como nunca se había visto. Esta será otra campaña electoral en la que seguramente el Tribunal Supremo Electoral tampoco será lo suficientemente valiente para ejercer su labor coercitiva y correctiva contra los que abusan.

Elegir correctamente, elegir a 84 diputados probos, capaces y con criterio propio será otra vez una gran dificultad para los votantes salvadoreños. Lamentablemente, pareciera que cada vez son más populares algunos individuos que precisamente no cumplen con esos requisitos mínimos y tampoco tienen la moralidad notoria de la que habla la Constitución. De ser así, lejos de mejorar una Asamblea Legislativa bastante mal parada, quizás los salvadoreños vean un parlamento que solo aumente la decepción entre la ciudadanía ante el riesgo de que se pierda el balance de poderes.

Lo que el ciudadano debe hacer es aplicar el mejor criterio posible para ver lo que le conviene más al país a mediano y largo plazo. Los extremos nunca serán buenos. Ni una Asamblea que bloquee todo ni una Asamblea que conceda todo pueden ser buenas para el país.