Un funcionario norteamericano advertía esta semana que las pandillas son una “amenaza mutua” para Estados Unidos y El Salvador, y se refería a cómo el accionar criminal de estas afecta a ciudadanos y poblaciones de ambas naciones. El funcionario explicaba que hay al menos 10 mil pandilleros operando en 21 estados de la Unión Americana, una cifra que ilustra la dimensión del problema.

La dimensión transnacional de las pandillas es preocupante. Las autoridades guatemaltecas y hondureñas también sufren del mismo problema y en México, estas bandas operan también con bastante impunidad. Se ha detectado presencia de pandillas en otros países centroamericanos y sudamericanos, así como en España e Italia. En todas, sus métodos son similares y muchos de esos delincuentes han sido condenados por sus crímenes.

Por eso el fenómeno de las pandillas hay que verlo con una dimensión más amplia en materia de seguridad. Estas bandas son una verdadera amenaza para toda la región. Estados Unidos, por ejemplo, demanda la entrega de cabecillas de pandillas que han ordenado crímenes en Estados Unidos desde las cárceles salvadoreñas. También existen casos de pandilleros que cometieron graves crímenes en aquel país y huyeron a El Salvador, y también viceversa.

Pero el combate al fenómeno también requiere apoyo y cooperación mutuas en inteligencia, en herramientas legales, en estrategias comunes, en operativos conjuntos, en entreanamiento y uso de herramientas tecnológicas. Solo así podrá la región avanzar contundentemente en combatir a las pandillas y su entramado de crimen organizado y narcotráfico. Hay un enemigo común y hay que unirse para enfrentarlo con fuerza e inteligencia.