Más de 5.2 millones de hondureños votarán este domingo para elegir a su próximo presidente en un dilema electoral entre la izquierda radical y una derecha bastante cuestionada por la corrupción y el nexo del presidente saliente con el narcotráfico. De manera que el futuro de los hondureños está lejos de ser promisorio.

La candidata de la coalición de izquierda es Xiomara Castro de Zelaya, esposa del expresidente Manuel Zelaya, derrocado por en 2009 cuando quiso alinear a Honduras con el chavismo radical. Un capo del narcotráfico aseguró haber sobornado a Manuel Zelaya.

El otro candidato, el oficialista y actual alcalde de Tegucigalpa, Nasry Asfura, busca un cuarto mandato consecutivo para el derechista Partido Nacional. Pero Asfura tiene encima la sombra del actual presidente Juan Orlando Hernández, reeligido en 2017 en medio de acusaciones de fraude y que ha sido señalado por un fiscal en Nueva York como cómplice de narcotráfico, en un caso en el que está condenado a cadena perpetua en Estados Unidos su hermano, Tony Hernández.

El temor es que tras los resultados del domingo se desate una ola de violencia peor que la de 2017 o se agraven los hechos que hasta ahora han dejado 63 casos de violencia política, incluyendo 29 asesinatos, 14 ataques, 12 agresiones, siete casos de amenazas y un secuestro.

El panorama es complejo, difícil para Honduras, no solo por sus candidatos que afrontan las acusaciones de narcotráfico y corrupción, sino también porque hay deudas históricas en un país asolado por la pobreza y que se ha convertido en expulsor de migrantes de manera masiva en las últimas décadas. Difícil futuro para el vecino país.