El Salvador ha sido rehén de las pandillas en las últimas tres décadas, al extremo que la gente temía más un rumor de un toque de queda de esas bandas delincuenciales que el poder emanado del Estado en las autoridades y no es para menos. Las pandillas han sido responsables de miles de homicidios y docenas de otros delitos entre los que sobresale esa horrible plaga de las extorsiones.

Negocios de cualquier nivel, desde la más humilde tienda de comunidades marginales hasta grandes empresas distribuidoras de alimentos han sido víctimas de las extorsiones de las pandillas. Cualquier comedor, venta de frutas y hasta lustradores o vendedores de periódicos en las esquinas tenían que pagar “renta” a esos delincuentes.

Por eso es que con detener la horrible ola de homicidios que se ha sufrido en el país, es fundamental terminar con las extorsiones. La gente tiene tanto miedo a ese delito -porque no pagar a esas bandas significaba muchas veces la muerte- que aunque han dejado de cobrar porque los renteros están presos, el temor persiste y admiten privadamente que están guardando el dinero de la renta por si acaso esos delincuentes vuelven o mandan a otros. Ese es el nivel de temor y miedo que han inculcado a la población.

Los salvadoreños deben tener la garantía de que así como un día se acabó con las bandas de secuestradores y hoy se está encerrando a pandilleros homicidas, también es fundamental acabar con la extorsión que ha elevado los costos de la vida y ha sido el muro de contención para el emprendedurismo y la inversión en nuevos negocios en el país.