Daniel Ortega será juramentado hoy para un nuevo presidencial en Nicaragua, junto a su esposa como vicepresidenta, en lo que ha llegado a ser un claro ejemplo de una dictadura familiar totalitaria en pleno centro de las Américas.

Y aunque Ortega no es reconocido por gran parte de la comunidad internacional tras la elección ilegítima de noviembre pasado en la que no hubo oposición porque mandó a encarcelar a todos los precandidatos presidenciales que podían ganarle.

Se trata de un regimen demencial, perverso, brutal, que ha encarcelado a toda voz disidente, ha inventado leyes draconianas que copian los estados orwellianos como Rusia o China Popular y que ha provocado el éxodo de docenas de miles de nicaragüenses que buscan exilio en los países vecinos y en Estados Unidos.

Lo que sucederá hoy en Nicaragua es un reciclaje del fraude electoral y la ilegitimidad. La democracia fue asesinada a puñaladas por Daniel Ortega y Rosario Murillo. Su momento culminante se dio cuando en 2018, las fuerzas represivas del regimen y las bandas de escuadrones de la muerte del partido gobernante asesinaron a más de 300 manifestantes.

El regimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo es el peor ejemplo de la perversión gubernamental en Centroamérica. No se puede reconocer la legitimidad de ese regimen y el gobierno salvadoreño debe continuar del lado de la condena internacional contra la barbarie que ocurre en el vecino país. Ortega y su esposa son ilegítimos y hay que apoyar todo esfuerzo por restaurar la democracia, los derechos humanos y las libertades públicas en Nicaragua.