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Que más de 850 mil niños y jóvenes no se hayan matriculado durante el 2021 nos da una idea de las grandes carencias educativas históricas que tenemos como país. El Ministerio de Educación registra 851,794 niños, niñas y jóvenes que estaban aptos para estudiar en 2021 pero que no formaron parte de la población escolarizada.
Lamentablemente no es el único año que esto ha sucedido, es una cifra creciente que ha prevalecido por décadas, una enorme deuda y carga histórica que es urgente solucionar. Según un documento del Ministerio de Educación, la cifra se obtiene de restar la cantidad de estudiantes en una edad escolar específica, independientemente del grado que cursa, del total de población de la misma edad.
Razones abundan y podrían escribirse extensos estudios al respecto, con las respuestas que ya conocemos: la pobreza, el acceso a las escuelas, la delincuencia, la necesidad de niños y adolescentes de trabajar, los embarazos adolescentes, la falta de apoyo de los padres, y así, un largo etcétera al que hay que sumarle la pandemia y todas las dificultades que trajo consigo.
Esas razones se conocen, lo que hay que encontrar es el camino para que se logre la incorporación de estos jóvenes y niños a la educación formal, estimularlos -así como se ha hecho con las computadoras y los uniformes- para levantar su interés.
Hay que tener claro que la educación es vital para el desarrollo, la prosperidad, la mejora de la calidad de vida de las personas. El país necesita de más ingenieros, más médicos, más científicos y profesionales de diversas ramas que nos ayuden a mejorar nuestra calidad de vida como sociedad. Los tenemos aquí, hay que incentivarlos para que sean los instrumentos de nuestro desarrollo.