La década perdida es un término empleado para describir las crisis económicas sufridas en América Latina durante la década de 1980. En general las crisis se componían de deudas externas impagables, grandes déficits fiscales y volatilidades inflacionarias.

La década perdida en educación es un término que voy a emplear para describir el raquítico avance de la educación en la década de los gobiernos del FMLN. La evaluación se hace a partir del grado de cumplimiento de las promesas que hicieron, Mauricio Funes en su programa de gobierno que tenía como promesa esencial de campaña su eslogan: “Nace la esperanza, viene el cambio” y Salvador Sánchez Cerén que tuvo un programa de gobierno al que llamó: “El Salvador adelante”. “Programa de gobierno para la profundización de los cambios”.

A 16 días que finalice la década de gobiernos del FMLN, sin temor a equivocarse puede afirmarse que en esta década los personajes que estuvieron al frente del Órgano Ejecutivo se ocuparon de eliminar la esperanza y no hubo un cambio trascendental en la educación nacional.

Una de las promesas fundamentales del programa de gobierno “El Salvador adelante” fue: “Incrementar la inversión en Educación hasta alcanzar progresivamente el 6% del PIB”. La promesa de Sánchez Cerén ya tenía para 2015 un estancamiento en el 3.47 % y en 2016 el gobierno no solo no aumentó el presupuesto de Educación, sino que lo recortó. El presidente saliente se despide con un presupuesto de educación que nunca despegó lo suficiente para aproximarse al 6 % del PIB que prometió en su programa de gobierno.

Con relación al magisterio, Mauricio Funes prometió que su política educativa estaría orientada a “superar la formación docente que enfatiza más la tendencia de cómo manejar contenidos, pero no pondera aprender a elaborarlos, debatirlos ni transformarlos y a superar el perfil subordinado subvalorado con el que el oficialismo ha enfocado a la docencia; ir hacia su formación permanente como un derecho y como condición fundamental del ejercicio y la valoración profesional”. Sánchez Cerén fue más lejos, prometió un programa de desarrollo profesional que “garantizara mejorar el conocimiento, las condiciones laborales, remuneraciones e incentivos y actualizar el escalafón”. Todo se quedó en declaraciones de buenas intenciones.

Llorar sobre la leche derramada no sirve de nada. Estamos a las puertas de un nuevo quinquenio y está abierta una ventana de oportunidad para que la educación nacional mejore. Pero política pública sin recursos financieros que la respalde no es viable. Así que se debe de seguir insistiendo, en que en el presupuesto nacional, la inversión en educación sea adecuada es importante.

Cambiar la situación de la educación pública, es posible, si se concretan una serie de acuerdos y compromisos: para empezar es necesario aumentar la inversión en educación a un 6 % del PIB y dignificar al profesorado. Todo esto no se puede hacer de un día para otro. La educación se debe pensar a largo plazo, los cambios para mejorar la formación docente, la infraestructura escolar y asegurar la integración de las tecnologías de información y comunicaciones para que los estudiantes tengan aprendizajes significativos llevan tiempo.

Una educación de calidad es la que ofrece a niños y adolescentes escuelas con una infraestructura escolar digna, que motiva para el estudio, con docentes bien preparados, con salarios dignos para la tarea de facilitar aprendizajes relevantes, con suficientes materiales educativos y estrategias didácticas adecuadas.

No hay tiempo para más, El Salvador necesita que se asegure la cobertura, calidad y pertinencia de la oferta educativa, considerando los requerimientos de la sociedad, ya no solo se trata de aumentar la matrícula, hay que universalizar la educación inicial, parvularia, básica y media.

No es suficiente que a los estudiantes se les sigan entregando uniformes, paquetes escolares, vaso de leche y zapatos. Hay que garantizar al menos 12 grados de educación como promedio de escolaridad a nivel nacional.

Es necesario garantizar que en los planes de estudio de todos los niveles educativos existan dos nuevas asignaturas: Cultura de Paz y Educación para la Ciudadanía, para promover una vida en sociedad armoniosa y el ejercicio de los principios fundamentales de la democracia.

Tener calidad educativa supone el mejoramiento de las condiciones laborales, remuneraciones e incentivos de los docentes y el personal administrativo del Ministerio de Educación. Es fundamental dar pasos para crear una verdadera comunidad docente y administrativa comprometida con los estudiantes y articulada con los demás miembros de la comunidad.