La gestión de la comunicación interna de una empresa siempre ha sido importante. Sin embargo, en el ecosistema digital en el que se mueven millones de personas cada día, ya no solo es importante, es vital para cualquier corporación. La comunicación interna dispone de las herramientas imprescindibles para la sostenibilidad de la empresa y su crecimiento.

La comunicación ya no es unidireccional, el feedback es constante y la participación es habitual. Más canales, más medios y más soportes que conviene gestionar correctamente. Una buena estrategia y un buen plan de acción, permiten controlar las crisis y aprovechar las oportunidades que brinda internet para multiplicar los embajadores de marca. La comunicación de una empresa es holística y transversal. En este escenario, la comunicación interna es clave para cualquier compañía. El capital humano es el valor en alza de las corporaciones empresariales.

En un ecosistema empresarial basado en la tecnología y la innovación, la mente humana aún no ha encontrado sustituto. El talento y la creatividad cotizan fuerte porque son el valor añadido que permite a las empresas diferenciarse y ser competitivas. En un marco así, las compañías se afanan por optimizar su comunicación estratégica de manera global.

El alma de la empresa es su equipo humano, por eso es fundamental utilizar la comunicación interna para crear un sentimiento de pertenencia, compromiso y motivación con la firma. Todo ello permite mejorar el ambiente laboral y la productividad. Es imposible hacer un producto de mucha calidad sin tener a la vez un entorno de trabajo de mucha calidad. Todo está ligado: producto de calidad, servicio al cliente de calidad, puesto de trabajo de calidad y calidad de comunicación interna.

La comunicación en cualquier organización, privada o pública es como el sistema circulatorio del ser humano. Si hay bloqueos arteriales es posible que se produzca un infarto. De la misma forma, un bloqueo de la comunicación en la organización, merma el desempeño y destruye el clima de trabajo. “El respeto aumenta el respeto, creando la armonía esencial”. Lao Tze.

Para entrar de lleno en el tema, imagínese la siguiente situación en la que un subordinado le entrega al jefe un informe, un concepto de una campaña, un plan de medios, o cualquier trabajo que le ha tomado mucho tiempo y esfuerzo. El jefe lo empieza a revisar y a la segunda página le grita al subordinado que es un inepto, que el trabajo no sirve para nada. El subordinado mira al jefe en silencio y no le dice nada. Sale de la oficina y lo primero que hace es contarle a todo el personal lo injusto que es el jefe. Luego empieza a sabotearlo disimuladamente de muchas maneras, manipula al personal para que desconfíe de él. Esta situación, frecuente en el mundo empresarial, muestra dos estilos de comunicación: agresivo y pasivo. Las personas con un estilo agresivo explotan ante los problemas. Suelen menospreciar el trabajo de los demás, piensan que ellos siempre tienen , son dominantes, invaden el espacio de las personas y les gusta ser el centro de atracción.

Haciendo una analogía automovilística, imaginemos que un conductor ve salir humo del motor, para en una estación de servicio y se da cuenta que el problema es el radiador. Al abrir la tapa de éste, sale despedido un líquido marrón hirviendo. El agresivo es como un auto con el radiador bloqueado: camina un poquito, se recalienta y explota en cada esquina, y cuando explota mancha y puede dañar a muchas personas. Las personas que tienen el estilo pasivo, en cambio, no explotan; agreden de una forma más sutil pero igual de dañina. Suelen esconder sus verdaderas emociones e intenciones, buscan la aprobación de los demás con “agenda oculta”.

Volviendo al ejemplo del auto, las personas pasivas son como un automóvil cuyas llantas tienen pequeños cortes. Aparentemente no hay problemas, el auto puede caminar, pero poco a poco las llantas van perdiendo aire hasta que el auto queda botado. De la misma forma, el “pasivo” le hace perder aire a la cultura organizacional. Tanto el pasivo como el agresivo, son estilos de comunicación en los que se presenta un déficit de respeto. En el caso del agresivo, le falta respetar a los demás. En el caso del pasivo, le falta saber respetarse a sí mismo. El mejor estilo de comunicación es aquel en el que la persona respeta a los demás y se respeta a sí misma. Éste es el estilo .