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Esgrimiendo preocupantes pruebas científicas, millones de ciudadanos se manifestaron este año en el mundo para exigir a sus dirigentes que actúen contra el cambio climático, un movimiento paralelo al auge de la desobediencia civil.

Greta Thunberg, una adolescente sueca desconocida hace un año, se convirtió a los 16 años en el rostro de una juventud en cólera. Con su huelga escolar, sacó a los estudiantes de las aulas para unirlos detrás de una misma causa y su nombre sonó para el premio Nobel de la Paz.

Su grito se propagó al tiempo que Extinction Rebellion, un movimiento de desobediencia civil no violento nacido en el Reino Unido, se propagó en decenas de ciudades. Al grito de "la esperanza muere, la acción empieza" bloquearon carreteras, puentes y hasta centros comerciales.

Esta movilización se desató sobre todo a raíz de la publicación a finales de 2018 del informe del IPCC, el grupo de expertos sobre el cambio climático de la ONU, sobre cómo será el mundo con un calentamiento de +1,5 ºC frente a +2 ºC.

"Los científicos mostraron que cada medio grado cuenta", afirma Amy Dahan, historiadora de ciencias y especialista en cambio climático del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia. Su mensaje, que hasta entonces solo había llegado a las autoridades públicas y a las ONG, saltó al espacio público gracias a los ciudadanos que compartieron el informe masivamente.

El fenómeno es "nuevo", constata la climatóloga Corinne Le Quéré, presidenta del Alto Consejo para el Clima en Francia y miembro del Comité sobre Cambio Climático británico. "Hace 30 años que trabajo sobre los cambios climáticos y durante 29, como científicos, hacíamos nuestro trabajo tranquilamente". Ahora recibe "invitaciones a diario" para participar en debates.

El "Informe +1,5 ºC", como se le conoce ahora, también fue capital para Caroline Merner, una ecologista de 24 años. "Nos dio una línea de tiempo muy clara: nos quedan 12 años para actuar", asegura esta canadiense, miembro del movimiento Youth4Climate.

Para Merner, ya no es posible aceptar la brecha entre las promesas políticas y las acciones concretas. "Los jóvenes ya no aceptan el +greenwashing+", asegura.