El educar, disciplinar y corregir a un hijo o hija, es la única carrera universitaria, donde primero te entregan el titulo y luego debes de cursar cada una de las materias, es decir que es la labor más delicada que existe, sin embargo, es una de las más gratificantes tareas que Dios le asigna al ser humano. En Proverbios 22:6, encontramos sabias palabras, un consejo que ayuda a que tengamos éxito en la educación y disciplina de los hijos; “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”

El ministerio de ser padres es una labor extraordinaria y no se puede exagerar su responsabilidad, ni delegar en ninguna otra persona tan delicada tarea; pues de la formación que demos a los hijos dependerá el rumbo que llevará su vida en esta tierra y también en la venidera (vida eterna). De hecho, no podríamos ser padres sin la dirección sabia, amorosa y misericordiosa de Dios. El rey David dijo en una ocasión: “Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican, Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia.” (Salmo 127:1).

Los que somos padres tenemos que desarrollar una estrecha comunión y dependencia del Amoroso Padre Eterno para tomar de Él el modelo perfecto de la paternidad. De manera que la familia es el primer ministerio definido en el evangelio y emulado en la Constitución vigente en El Salvador, de modo según la formación que le demos a los hijos, ellos serán parte de una nueva generación entendida de los tiempos, honestos, serviciales y respetuosos de la ley, por ello es necesario iniciar por darles una educación bajo los consejos bíblicos, pero no religiosos.

Instruir al niño en su camino no significa tratar de cambiar su personalidad, dado que es algo innato en cada ser humano, pues aun cuando lleguen a conocer al Señor Jesucristo, como Salvador, los rasgos de su personalidad no se anulan. La personalidad de un individuo puede ser uno de cuatro clases: Melancólico (personas tristes y soñadoras); Flemático (personas lentas y apáticas); Sanguíneo (personas con un humor muy variable) y Colérico (personas cuyo humor se caracteriza por una voluntad fuerte y sentimientos impulsivos).

Nuestro deber como padres no es luchar por cambiar la personalidad de nuestros hijos, sino pedir a Dios sabiduría para educarles, corregirlos y guiarlos, en consecuencia, instruir al niño también depende mucho del buen testimonio que le damos, como dice el adagio popular, las palabras convencen, pero los hechos arrastran. Los niños deben ver que más que palabras usted usa el buen ejemplo para instruirlos, los jóvenes de ahora no quieren oír regaños vacíos, prefieren que los padres le modelen valores.

Así que el arte de formar a los hijos no es fácil, pero si le pedimos dirección al Señor Jesucristo, tendremos la mejor alternativa de instruir niños y niñas, que luego se convertirán en buenos ciudadanos, que no busquen depender del Estado, sino que estén dispuestos a dar, para ello es fundamental que labremos en su mente y corazón el deseo de emprender a través de la inventiva y la creatividad, es decir que se preparen estudiando, no importa si es una escuela publica o si les toca crecer en una zona marginal.

Ya que la pobreza no se define por el lugar geográfico donde se nace, sino que es mental, se puede nacer sin dinero y con múltiples necesidades, pero si se le enseña al niño a que se esfuerce legítimamente y a que desarrolle una buena actitud, más una buena tabla de valores, no hay duda que estaremos programando a esa personita a ser un buen ciudadano con una alta probabilidad que tenga éxito, al emprender su propio negocio y cuando la patria lo llame a servir en un puesto de función publica, actuara con decencia y honestidad.