Hace unos días se cumplieron 24 años de la segunda visita del papa Juan Pablo II a El Salvador. Fue un reencuentro emocionante del pontífice que había visitado el país en 1983, en medio de la guerra fratricida que sufría el país.

El papa estuvo unas horas en el país, pero en sus mensajes fue enfático en hablar de la necesidad de reconciliación y diálogo. Precisamente fue un 8 de febrero de 1996 cuando Juan Pablo II invitaba a “a recorrer el camino del diálogo sincero y constructivo”. ¿Qué íbamos a imaginar que 24 años después esa frase necesitamos escucharla nuevamente en medio de la crisis política sufrida hace unos días?

El papa hizo un llamado a su llegada a encontrar “el clima sereno para avanzar por las sendas del progreso y del bienestar, y que los niños y los jóvenes, que han crecido en los últimos años bajo un clima de miedo y temor, puedan disfrutar de un futuro de auténtica paz”.

¿Se le ha olvidado a la clase política todo lo que este pueblo ha sufrido y sigue sufriendo como para no recorrer una vez más la senda del diálogo sincero y constructivo? En estos días han abundado llamadas a ese diálogo. Solo la sensatez y el encuentro pueden vencer las dificultades que sufrimos en El Salvador. Solo la unidad de propósitos puede ayudarnos a vencer problemas tan grandes como la inseguridad, la violencia, la intolerancia, la crisis económica, el desempleo, la migración. No se trata de pensar uniformemente, mal haríamos en sugerir eso, sino de que en medio de nuestras diferencias, prevalezcan la civilidad y la cordura.

Las palabras del papa Juan Pablo II a su despedida de San Salvador valen la pena recordarlas también: “La consolidación de las instituciones, el desarrollo de la actividad económica y del sistema educativo y sanitario necesitan la colaboración de todos”.