Estados Unidos se está tomando muy en serio el tema de la prosperidad y el desarrollo económico de los tres países del norte de Centroamérica, El Salvador, Guatemala y Honduras, un trío de países con problemas bastante similares de violencia, crisis económica, vulnerabilidad climática, inestabilidad política, corrupción y migración masiva que recurrentemente causa dolores de cabeza al gran vecino del Norte.

La semana pasada, se anunció que la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, había logrado el compromiso de 12 multinacionales de invertir en estos tres países para apoyar la estrategia norteamericana para frenar la migración irregular. Inversión significa generar riqueza, generar empleos, pagar impuestos para los proyectos gubernamentales, generar pues crecimiento económico que evite que la gente en edad productiva tenga que irse a arriesgar todo para saciar las necesidades que no puede llenar en El Salvador, Guatemala y Honduras.

La noticia es alentadora, positiva. Siempre es mejor dar empleo que simplemente donar dinero o comida. El ser humano siempre valorará más lo que gana con el sudor de su frente y, además, eso le da estabilidad, previsibilidad sobre su futuro. La migración irregular es una historia dolorosa de sacrificios y separaciones que aunque alimenta también de remesas indispensables a la nación, causa heridas profundas en nuestro tejido social.

Estados Unidos ha probado a lo largo de nuestra historia ser un socio confiable que siempre está presente en nuestras crisis para rescatarnos. Este anuncio es fundamental para la recuperación económica de una región tan afectada por diversos problemas y ahora doblegada por la pandemia. Ojalá que esos compromisos se concreticen pronto y que estos gobiernos den las facilidades para ello.